Ensayo / Julio Cortázar
La trascendencia en la antropofanía
Los conceptos de belleza, juego y libertad manifestados por el poeta alemán Friedrich Schiller, sirven para indagar la fragmentación del hombre moderno tanto en lo social como en lo emocional. Esta misma exploración puede realizarse en gran parte de la obra de Julio Cortázar, quien propone una restauración del hombre consigo mismo en forma de unidad y armonía.
por Emiliano Bezus Espinosa
Los conceptos de belleza, juego y libertad manifestados por el poeta alemán Friedrich Schiller, sirven para indagar la fragmentación del hombre moderno tanto en lo social como en lo emocional. Esta misma exploración puede realizarse en gran parte de la obra de Julio Cortázar, quien propone una restauración del hombre consigo mismo en forma de unidad y armonía.
por Emiliano Bezus Espinosa
EL LADO OSCURO DE LA LUNA
“—Aquí nos quedamos los más viejos —dijo Raúl. (Entonces Graciela se quedaba pero Silvia era los cuatro, Silvia era cuando estaban los cuatro y yo sabía que jamás volverían a encontrarse)”.
El hombre moderno, bujía fundamental de nuestra sociedad capitalista, vive con sus instintos reprimidos. Las agujas del reloj biológico nos marcan el límite del cuerpo, pero como seres incompletos que somos con imperecedera sed de desear y desear, chocamos contra ese “pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire”. Así nace esa angustia con la que debemos convivir hasta el último de nuestros días. La opresión ejercida por el sistema capitalista denigra en plusvalía y alienación al hombre, negándole el espíritu lúdico y poder creativo.
En esta sociedad capitalista, nuestra angustia existencial es engañada por el mercado y sus sirenas del consumo, con incontables productos artificiales que tapan momentáneamente nuestro padecimiento. La ciencia, otro colaborador de este ocultamiento, sistematiza hace ya varios siglos los fenómenos naturales. Los pensamientos de la ciencia convierten al hombre en ciervo de la razón, sometiéndolo al imperio del entendimiento. No hay aquí belleza como el pensamiento kantiano la definió, como una ley sin ley que es transmitida a través de los juicios estéticos.
Retomando y reformulando conceptos de Kant, Friedrich Schiller afirma que la intuición es la percepción sensible de algo como unidad, el entendimiento mata esa unidad porque la sustituye con pensamientos. Sostendrá también el filósofo alemán, que la realidad primero es vital, luego intelectual. Comprende Schiller que el hombre se fragmenta gracias a la acción de la racionalidad como entendimiento, como herramienta de comprensión y análisis.
Contrario a este accionar, a este sentir y vivir es que Cortázar se manifiesta en, por ejemplo, el cuento Silvia. Allí la simple unión de cuatro niños de 7 años en juegos de indios y vaqueros o en el remontamiento de un barrilete, da vida a una supuesta amiga invisible. Silvia únicamente habla y juega con los niños, quienes por su parte les han contado a sus padres de su nueva amiga pero éstos no les creen, les dicen que la inventaron y que ya los tienen aturdidos con eso. Por lo tanto, los pequeños desisten de compartir a su nueva amiga con los adultos, excepto con el narrador del relato, quien nunca dice su nombre pero al estar el cuento narrado en primera persona, se deduce que es el mismo Cortázar. Es el propio autor quien supera esa oposición entre pensamiento y percepción sensible, se libera del entendimiento racional accediendo a una realidad que no es dada y establecida sobre el sujeto, sino que es una realidad estética aflorada en la relación y accionar lúdico que Cortázar entabla con los niños. En esta relación de juego con ellos, el protagonista del cuento escapa a la materia, a lo real que nos es dado alcanzando una armoniosa unidad conformada por el razonamiento y la percepción sensible.
Esta creación artística de Cortázar, es una espada que ataca fuertemente la represión del hombre moderno. Un espíritu lúdico de este tenor, se convierte en vehículo catártico que permite recorrer el camino junto a la angustia existencial.
EL LUNATICO ESTA EN MI CABEZA
Los autonautas de la cosmopista o Un viaje atemporal París-Marsella, no sólo es uno de los libros de viajes más extraordinarios sino que todo lo que allí se relata ocurrió tal cual. En dicha publicación, Julio Cortázar y la que era su mujer por ese tiempo, Carol Dunlop, recorren durante treinta y tres días la autopista que va de París a Marsella como si fueran expedicionarios que giran por tierras extrañas y mágicas. Durante el periplo, se detienen dos veces por día en los sesenta y cinco paraderos que hay a los costados de la autopista, sin salirse jamás de la misma.
Tanto en el diario de viaje como en su publicación en formato literario, poético y humorístico, Cortázar reconcilia los opuestos de la libertad interior y la ley exterior puramente formal del hombre moderno. Con esta travesía, con este ponerse a jugar con y en la autopista, el escritor argentino reconcilia esos opuestos, logra la reunión de los escombros fragmentados. El espíritu lúdico es nuevamente aquí belleza y libertad, con la recreación para superar los opuestos y poder recuperar el poder de la creación para rehacerse a sí mismo. Cómo se autodenominan Cortázar y su compañera es un buen ejemplo de esto: Lobo y Osita. Ya en los nombres está la raíz para el accionar lúdico y en este caso, para autobautizarse a sí mismos y dejar de lado los nombres que les fueron puestos por otros desde afuera. Incluso, la van Volskwagen en la que realizan la expedición recibe el nombre de Fafner, indicando Cortázar el por qué de dicho mote: “Lo del dragón viene de una antigua necesidad: casi nunca he aceptado el nombre-etiqueta de las cosas y creo que eso se refleja en mis libros, no veo por qué hay que tolerar invariablemente lo que nos viene de antes y de fuera, y así a los seres que amé y amo les fui poniendo nombres que nacían de un encuentro, de un contacto entre claves secretas (..)”.
Cortázar tiene la suficiente creatividad y libertad imaginativa para experimentar la creación de un nuevo hombre en algo tan característico de la sociedad moderna como es una autopista. Una cinta asfaltada de cientos de kilómetros, donde todos los días miles y miles de autos con pasajeros que se desconocen entre sí se pasan unos a otros. La autopista representa aquí una certera metáfora de la más nítida fragmentación que es el hombre en la actualidad. Esta es la recreación de un hombre nuevo, el que se anima a pelearle a la autopista, el que se anima a explorarla como si fuera un valle encantado habitado por demonios y duendes, y que a su vez va a lo largo de toda su épica aventura haciendo nuevos amigos y reencontrándose con los de antaño, quienes colaboran con la provisión de bebidas y alimentos.
Esta exploración de la autopista es también la unión de los amigos que reaccionan en conjunto sin avizorar ningún horizonte utilitario. Simplemente lo hacen por el hecho de jugar, de convertirse en libertad lúdica. Pero para llegar a este punto, a la instancia de primero imaginar y luego ejecutar tal liberadora peregrinación, Cortázar apeló a su inteligencia artística, a su libertad creativa, esa que exige la transformación paralela de la sociedad y de la cultura. Es mediante la imaginación cómo el hombre se reconcilia con sus posibilidades creadoras más primarias.
Finalmente enuncia Schiller: “La belleza es, pues, para nosotros, un objeto, porque la reflexión es la condición bajo la cual tenemos una sensación de ella; pero al mismo tiempo es un estado de nuestro sujeto, porque el sentimiento es la condición bajo la cual tenemos representación de ella. Es, pues, forma, porque la contemplamos; pero al mismo tiempo es vida porque la sentimos. En una palabra: es a la vez un estado nuestro y un acto nuestro”.
ECLIPSE
En Rayuela, Cortázar invita a leer de dos formas distintas, a unir esos opuestos en una sola unidad. Pero unidad que al fin y al cabo debe crear artística y libremente el lector, quien debe ejecutar una actitud activa en la que viva lo que el escritor poéticamente devela como “Antropofanía para mí, significa la aparición del hombre, pero justamente de ese hombre ideal que yo veo, que yo deseo, que es mi ideal en mi proyecto de humanidad; es decir, cuando yo hablo de una antropofanía, me refiero a ese momento en que el hombre haya podido superar las limitaciones que lo ponen por el momento más acá de lo que verdaderamente él podría ser (…) El hombre que haya dejado todo eso atrás, se verá a sí mismo como la realización de lo que hoy no es más que un proyecto. Entonces sí, será la antropofanía, la aparición del hombre sobre el planeta”.
En las creaciones artísticas del cuentista argentino, podemos observar la incesante búsqueda de otra realidad y de un hombre nuevo. Del recorrido de un viaje interior a través de la unión de dos opuestos como la percepción sensible y el pensamiento racional, para alcanzar una fluidez de unidad total.
El artista habla en el reportaje mencionado, de la aparición de un hombre nuevo que se libere de los tabúes, de las limitaciones, de los prejuicios y de los odios. Habla de la aparición de un nuevo hombre sobre el planeta, cuando este se descubra a sí mismo y surja la antropofanía. Pero para llegar a ese estado, el humano debe dejar atrás todo los límites, odios y prejuicios que señaló Cortázar.
Quizás la constante invitación a participar, a unirse en la espontaneidad lúdica y creativa que Cortázar le hace al lector, pretenda ser un intento de comunión colectiva para alcanzar una armonía y fluidez humana. Quizás la antropofanía sea la trascendencia para fundirse con una nueva forma de develar el mundo.
“—Aquí nos quedamos los más viejos —dijo Raúl. (Entonces Graciela se quedaba pero Silvia era los cuatro, Silvia era cuando estaban los cuatro y yo sabía que jamás volverían a encontrarse)”.
El hombre moderno, bujía fundamental de nuestra sociedad capitalista, vive con sus instintos reprimidos. Las agujas del reloj biológico nos marcan el límite del cuerpo, pero como seres incompletos que somos con imperecedera sed de desear y desear, chocamos contra ese “pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire”. Así nace esa angustia con la que debemos convivir hasta el último de nuestros días. La opresión ejercida por el sistema capitalista denigra en plusvalía y alienación al hombre, negándole el espíritu lúdico y poder creativo.
En esta sociedad capitalista, nuestra angustia existencial es engañada por el mercado y sus sirenas del consumo, con incontables productos artificiales que tapan momentáneamente nuestro padecimiento. La ciencia, otro colaborador de este ocultamiento, sistematiza hace ya varios siglos los fenómenos naturales. Los pensamientos de la ciencia convierten al hombre en ciervo de la razón, sometiéndolo al imperio del entendimiento. No hay aquí belleza como el pensamiento kantiano la definió, como una ley sin ley que es transmitida a través de los juicios estéticos.
Retomando y reformulando conceptos de Kant, Friedrich Schiller afirma que la intuición es la percepción sensible de algo como unidad, el entendimiento mata esa unidad porque la sustituye con pensamientos. Sostendrá también el filósofo alemán, que la realidad primero es vital, luego intelectual. Comprende Schiller que el hombre se fragmenta gracias a la acción de la racionalidad como entendimiento, como herramienta de comprensión y análisis.
Contrario a este accionar, a este sentir y vivir es que Cortázar se manifiesta en, por ejemplo, el cuento Silvia. Allí la simple unión de cuatro niños de 7 años en juegos de indios y vaqueros o en el remontamiento de un barrilete, da vida a una supuesta amiga invisible. Silvia únicamente habla y juega con los niños, quienes por su parte les han contado a sus padres de su nueva amiga pero éstos no les creen, les dicen que la inventaron y que ya los tienen aturdidos con eso. Por lo tanto, los pequeños desisten de compartir a su nueva amiga con los adultos, excepto con el narrador del relato, quien nunca dice su nombre pero al estar el cuento narrado en primera persona, se deduce que es el mismo Cortázar. Es el propio autor quien supera esa oposición entre pensamiento y percepción sensible, se libera del entendimiento racional accediendo a una realidad que no es dada y establecida sobre el sujeto, sino que es una realidad estética aflorada en la relación y accionar lúdico que Cortázar entabla con los niños. En esta relación de juego con ellos, el protagonista del cuento escapa a la materia, a lo real que nos es dado alcanzando una armoniosa unidad conformada por el razonamiento y la percepción sensible.
Esta creación artística de Cortázar, es una espada que ataca fuertemente la represión del hombre moderno. Un espíritu lúdico de este tenor, se convierte en vehículo catártico que permite recorrer el camino junto a la angustia existencial.
EL LUNATICO ESTA EN MI CABEZA
Los autonautas de la cosmopista o Un viaje atemporal París-Marsella, no sólo es uno de los libros de viajes más extraordinarios sino que todo lo que allí se relata ocurrió tal cual. En dicha publicación, Julio Cortázar y la que era su mujer por ese tiempo, Carol Dunlop, recorren durante treinta y tres días la autopista que va de París a Marsella como si fueran expedicionarios que giran por tierras extrañas y mágicas. Durante el periplo, se detienen dos veces por día en los sesenta y cinco paraderos que hay a los costados de la autopista, sin salirse jamás de la misma.
Tanto en el diario de viaje como en su publicación en formato literario, poético y humorístico, Cortázar reconcilia los opuestos de la libertad interior y la ley exterior puramente formal del hombre moderno. Con esta travesía, con este ponerse a jugar con y en la autopista, el escritor argentino reconcilia esos opuestos, logra la reunión de los escombros fragmentados. El espíritu lúdico es nuevamente aquí belleza y libertad, con la recreación para superar los opuestos y poder recuperar el poder de la creación para rehacerse a sí mismo. Cómo se autodenominan Cortázar y su compañera es un buen ejemplo de esto: Lobo y Osita. Ya en los nombres está la raíz para el accionar lúdico y en este caso, para autobautizarse a sí mismos y dejar de lado los nombres que les fueron puestos por otros desde afuera. Incluso, la van Volskwagen en la que realizan la expedición recibe el nombre de Fafner, indicando Cortázar el por qué de dicho mote: “Lo del dragón viene de una antigua necesidad: casi nunca he aceptado el nombre-etiqueta de las cosas y creo que eso se refleja en mis libros, no veo por qué hay que tolerar invariablemente lo que nos viene de antes y de fuera, y así a los seres que amé y amo les fui poniendo nombres que nacían de un encuentro, de un contacto entre claves secretas (..)”.
Cortázar tiene la suficiente creatividad y libertad imaginativa para experimentar la creación de un nuevo hombre en algo tan característico de la sociedad moderna como es una autopista. Una cinta asfaltada de cientos de kilómetros, donde todos los días miles y miles de autos con pasajeros que se desconocen entre sí se pasan unos a otros. La autopista representa aquí una certera metáfora de la más nítida fragmentación que es el hombre en la actualidad. Esta es la recreación de un hombre nuevo, el que se anima a pelearle a la autopista, el que se anima a explorarla como si fuera un valle encantado habitado por demonios y duendes, y que a su vez va a lo largo de toda su épica aventura haciendo nuevos amigos y reencontrándose con los de antaño, quienes colaboran con la provisión de bebidas y alimentos.
Esta exploración de la autopista es también la unión de los amigos que reaccionan en conjunto sin avizorar ningún horizonte utilitario. Simplemente lo hacen por el hecho de jugar, de convertirse en libertad lúdica. Pero para llegar a este punto, a la instancia de primero imaginar y luego ejecutar tal liberadora peregrinación, Cortázar apeló a su inteligencia artística, a su libertad creativa, esa que exige la transformación paralela de la sociedad y de la cultura. Es mediante la imaginación cómo el hombre se reconcilia con sus posibilidades creadoras más primarias.
Finalmente enuncia Schiller: “La belleza es, pues, para nosotros, un objeto, porque la reflexión es la condición bajo la cual tenemos una sensación de ella; pero al mismo tiempo es un estado de nuestro sujeto, porque el sentimiento es la condición bajo la cual tenemos representación de ella. Es, pues, forma, porque la contemplamos; pero al mismo tiempo es vida porque la sentimos. En una palabra: es a la vez un estado nuestro y un acto nuestro”.
ECLIPSE
En Rayuela, Cortázar invita a leer de dos formas distintas, a unir esos opuestos en una sola unidad. Pero unidad que al fin y al cabo debe crear artística y libremente el lector, quien debe ejecutar una actitud activa en la que viva lo que el escritor poéticamente devela como “Antropofanía para mí, significa la aparición del hombre, pero justamente de ese hombre ideal que yo veo, que yo deseo, que es mi ideal en mi proyecto de humanidad; es decir, cuando yo hablo de una antropofanía, me refiero a ese momento en que el hombre haya podido superar las limitaciones que lo ponen por el momento más acá de lo que verdaderamente él podría ser (…) El hombre que haya dejado todo eso atrás, se verá a sí mismo como la realización de lo que hoy no es más que un proyecto. Entonces sí, será la antropofanía, la aparición del hombre sobre el planeta”.
En las creaciones artísticas del cuentista argentino, podemos observar la incesante búsqueda de otra realidad y de un hombre nuevo. Del recorrido de un viaje interior a través de la unión de dos opuestos como la percepción sensible y el pensamiento racional, para alcanzar una fluidez de unidad total.
El artista habla en el reportaje mencionado, de la aparición de un hombre nuevo que se libere de los tabúes, de las limitaciones, de los prejuicios y de los odios. Habla de la aparición de un nuevo hombre sobre el planeta, cuando este se descubra a sí mismo y surja la antropofanía. Pero para llegar a ese estado, el humano debe dejar atrás todo los límites, odios y prejuicios que señaló Cortázar.
Quizás la constante invitación a participar, a unirse en la espontaneidad lúdica y creativa que Cortázar le hace al lector, pretenda ser un intento de comunión colectiva para alcanzar una armonía y fluidez humana. Quizás la antropofanía sea la trascendencia para fundirse con una nueva forma de develar el mundo.
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