SOL DE OTOÑO


Una historia entre tantas

Por Tamara Alvarez Brasil

El sol parecía rozarle la piel, acariciarla, dorarla; la abrazaba mientras caminaba por la calle principal sin más ni menos preocupaciones que ella misma. Absolutamente ausente de lo que pasaba alrededor, caminaba absorta, casi sin expresión en el rostro, como un fantasma se deslizaba con pasos cortos y cansados, desconocidos para sus piernas jóvenes. El sobre blanco en su mano, apresado por la firmeza de sus dedos, parecía impávido e ignorante de la brisa que se animaba a mover las hojas amarillas amontonadas en las veredas. Y allí, agazapada en el fondo del sobre, la confirmación que días antes dos líneas habían provocado temor.
Caminó sin rumbo largo rato, como si en alguna esquina el viento pudiera acercarle la r
espuesta perdida a esa pregunta que estaba girando a su alrededor.
Un temor desconocido se apoderaba de su cuerpo lentamente hasta paralizarlo, la recorría, la invadía sin dejar libre ninguna terminación nerviosa. Solución a la vista no tenía, aunque el “problema” ya estaba planteado y latiendo. Salidas, solo dos: tenerlo o no. Lo que siguiera a cualquiera de las dos, iba a acompañarla por el resto de su estadía en este mundo.
Decisión. Encrucijada. Se sentía más sola que nunca aunque estaba acompañada. Dentro suyo, el asombro, la alegría, la angustia, la sorpresa. Inmensa soledad.
Los días pasaron. Las hojas siguieron cayendo y amontonándose en las esquinas, remolineando al compás del viento. El sol calentaba cada vez menos y, con timidez, entrelazaba sus rayos en las ramas casi desnudas de los árboles. Su paso cansino seguía caminando las calles. En su cabeza, la inseguridad por la decisión a tomar. Jorge estaba, eso lo sabía, estaba firme junto a ella pasara lo que pasara. En su cara, de todas formas, se dibujaba la desilusión pero él, en el fondo, sabía que por más que hablara tanto y de tantas cosas, ella por ahora no escucharía nada más que el palpitar de su pecho y la única pregunta que invadía su conciencia. Pilar, la hermana que la vida le había regalado, tenía una posición muy clara al respecto. Entrelíneas (siempre muy sutil ella) había deslizado que no estaba de acuerdo con una posible interrupción, que las leyes de la vida y las vueltas del destino habían deparado esto y que, lo más conveniente, era hacerse cargo de la situación, enfrentar los cambios venideros. Marta, con una experiencia similar a cuestas, consideraba que lo mejor era pasar este momento y seguir adelante, la vida brindará seguramente nuevas oportunidades en un futuro.
Decisión. Indecisión. Confusión. El teléfono lo había conseguido por un conocido de una conocida de un amigo, un contacto lejano de alguien que había hecho uso de la posibilidad tiempo atrás y con resultados satisfactorios.

Caminó por un pasaje paralelo a la gran plaza que latía de gente como cualquier día laboral. 2º “F”. Ese era el timbre que tenía que tocar, camuflado entre algunas decenas de botones similares, dispuestos uno al lado del otro y uno debajo del otro en una cuadrícula perfecta que se expandía frente a sus ojos vidriosos ya casi sin brillo. El alto edificio se erguía entre otros no tan altos, más parecido a una oficina que a una clínica. Estaba ahí, bajo el abrazo de Jorge que la apretaba conteniéndola, pero sola. Nunca se había sentido así. Al fin y al cabo, era su decisión. Respiró profundo y cerró los ojos.


“Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”


Es la consigna bajo la cual coinciden cientos de organizaciones que participan de la Campaña Nacional por el derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. A principios de 2007 se presentó un proyecto de ley que propuso la despenalización y legalización del aborto para que las mujeres que decidan interrumpir un embarazo reciban atención médica, segura y gratuita, en los hospitales públicos de todo el país.
“Despenalizar y legalizar el aborto es reconocer que no hay una única manera válida de enfrentar el dilema ético que supone un embarazo no deseado. Es reconocer la dignidad, la plena autoridad, la capacidad y el derecho de las mujeres para resolver estos dilemas y dirigir sus vidas, es aceptar que el derecho a decidir sobre el propio cuerpo es un derecho personalísimo ya que éste es el primer territorio de ciudadanía de todas las personas (…). La legalización del aborto no obliga a ninguna mujer a practicarlo; el objetivo es que las mujeres que deciden interrumpir un embarazo lo hagan sin poner en peligro ni su salud, ni su vida, ni su dignidad.” (www.derechoalaborto.com.ar; www.abortolegal.com.ar/sitio). En la Argentina se realizan más de medio millón de abortos al año y el fallecimiento por intervenciones de este tipo sin las condiciones de asepsia correspondientes es la principal causa de muerte materna.

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