EDITORIAL

¡¡¡Encendamos la mecha señores!!!

El mundo continúa girando, y nosotros con él. Pero hay algo que nunca va a cambiar: los gritos, éstos adquieren trascendencia desde el momento en que ponemos a trabajar las cuerdas vocales y movemos la lengua como una serpiente para vomitarlos. Los otros, a aquellos a los que les llega el alarido, se irritan, se molestan, es una espina difícil de extirpar. Eso es lo que nos impulsa a transformar el tiempo y el espacio: con un micrófono, con una pluma, y, si el nivel de opresión lo exige, hasta con un arma. Volemos libres, como los pájaros, ellos sí que no reparan en independencia. Incluso, en ocasiones, es factible apagar el televisor, apagar a Susana… ella no es un ave.
A veces es inevitable querer dejarlo todo y escapar a algún lugar en el que no existan las bocinas, pero después recordamos que nos excita el masoquismo y nos quedamos, y eso también está bien. No abandonemos nunca, es triste conformarse.
El sol siempre brilla, es cuestión de ir a buscarlo, de acariciarlo para que no se enoje. Amor es una linda palabra, nunca está de más, y si bien es verdad que a veces puede convertirse en el peor de los infiernos, sería un pecado no gozar esa experiencia; no hay porque tener miedo. Pero recuerden lo que ya dijimos, desechen las imágenes lumínicas que aparecen en la pantalla, eliminen para siempre la supuesta ola de inseguridad, ríanse de la crisis, y hasta véanla con alegría, que bien merecida la tienen los bancos y las multinacionales. Es la oportunidad para una nueva era: participemos y fortalezcámonos en conjunto, organicemos marchas, actos, pongámonos de pie, ¡desenchufemos el parlante y gritemos hasta desgarrarnos, la comunicación no son los medios, la comunicación es comunión y compartir!
Muy bien, eso es todo, sabemos exactamente lo que significa, esperemos que hayan podido captarlo. En las siguientes páginas se encontrarán con un poco de cine, música, anarquistas norteños y denuncias a la opresión que ejerce sin escrúpulos el poder, tanto en el ámbito educativo como libertario. Un nuevo año, miles de palabras, y algún que otro alucinógeno por delante.

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