HISTORIAS DE VIDA/ literatura y andazas de Raúl Prchal


Un escritor perdido en la altura
La plaza de Humahuaca en enero rebalsa de mochileros que disfrutan de un buen mate caliente y tortas fritas. Todos los días una multitud se congrega a las doce del mediodía para observar la imagen de San Francisco Solano, que emerge desde la torre del Palacio Municipal para bendecir al pueblo. Y no se puede olvidar a Peñas Blancas, lugar ideal para desaparecer del mundo y recostarse junto a una roca escarpada a meditar mientras se vislumbra el paisaje. Los cuerpos carnavalescos y las lluvias son abundantes en esta época del año. Y el corderito con vino patero es la combinación ineludible si uno transita suelos norteños. Pero ésta no la historia de Humahuaca, sino la de un hombre que vive hace más de treinta años en la ciudad. Hasta aquí nada fuera de lo común, sin embargo, al indagar y descubrir ciertos detalles es imposible no sentirse atraído.
Por Juan Pablo Manente

Raúl Prchal, más conocido como “Raúl, el anarquista”, nació en Munro, provincia de Buenos Aires el 29 de marzo de 1942. Al preguntar por su infancia, sólo dirá que sus más antiguos recuerdos navegan entre lo tierno y lo traumático. A los dieciséis años logró escabullirse de su hogar, y “luego de una despreocupada época como vendedor ambulante” y un breve período como obrero metalúrgico, decidió inscribirse en la carrera de ingeniero agrónomo. “Mi decepción fue mayúscula y sólo asistí a clases una semana. Yo quería ir a vivir al campo y por mi formación burguesa, el único modo que entreveía para lograr este propósito era anotarme en la Facultad de Agronomía”. Luego vendría el curso de ingreso a Filosofía y Letras. “Esto produjo en mí un placer casi erótico”, objetará Raúl. Fue allí donde conoció a Graciela, quien sería su compañera por veintiún años y con la que tendría dos hijas.
Será recién en 1966 donde se producirá un encuentro que lo marcará para toda la vida. En una vieja casona de la calle Matheu unos amigos le presentaron a Shantidás (discípulo de Mahatma Gandhi) -éste es el nombre iniciático que le dio el líder indio a Lanza del Vasto, maestro espiritual oriundo de Italia-. Ambos, Prchal y Shantidás, formaron parte de un intento comunitario en Villa Muñoz (Tanti –Córdoba): La Comunidad del Arca, cuya filosofía se funda en la no violencia y navega entre el quehacer agrario y artesanal. Sin embargo, el proyecto no prosperó, lo que llevó a Raúl a emigrar con su familia a Francia, país donde se halla la casa matriz de La Comunidad del Arca y que Sahantidás había fundado tiempo antes. Allí Prchal vivió por espacio de dos años y recorrió Europa. En una de las tantas travesías, en Oñate (España) se produjo su primer encuentro con los anarquistas. “Comprendí instantáneamente que esa era la respuesta filosófica que había buscado durante tantos años”, explica Raúl.
Al volver a la Argentina, Prchal optó por instalarse definitivamente en Humahuaca.
Influenciado por su experiencia previa con el espiritualismo y la inminente creencia nihilista decidió formar una comunidad en la Quebrada sobre el modelo del Arca. Sus ideas evolucionaron cada vez más acercándose al anarquismo utópico. Pero es quizás la explosión creativa que tiene por estos años lo que más se destaca en él. Rául comienza a escribir desaforadamente: escribe una novela, El Francotirador; colabora para el diario Pregón de Jujuy y para la revista Voces y Manos de Neuquén; y funda, junto a otros artistas La Comunidad Artística Revolucionaria de Orientación Libre (CAROL). Su flamante novela circula fuera de los canales comerciales y logra que transite de mano en mano en países como Francia y España. También crea un semanario independiente, Viento Quebradeño, periódico único en la zona y editado a partir de fotocopias.
Al leer la obra de Prchal se puede encontrar un fuerte componente autobiográfico y crítico. Las situaciones dramáticas que rodean sus escritos oscilan entre lo burlesco e irónico. Historias de bufones, experiencias y chispazos filosóficos navegan en los relatos.
Sin embargo, y a pesar de lo contado, un punto aparte merecen los cenáculos improvisados por Prchal. La olla de fideos y los hambrientos comensales a su alrededor es una escena cotidiana en el castillo de Raúl (así le gusta denominar a su casa), especialmente en épocas de alta temperatura. Él autor de Un guanaco en el arca de Noé, acostumbra a albergar a viajeros por un módico precio que no se consigue en ningún hostal o camping. A los flancos del largo pasillo se desprenden varias habitaciones huecas que encierran a cuatro o cinco mochileros que arrojan su bolsa de dormir para pasar la noche.

Su compañera norteña, Rufina, un poco mareada a causa de componentes etílicos, prende, al caer el sol, algunas velas que sirven para reconocer el lugar. Rául resolvió alejarse para siempre de la vida burguesa que llevaba en la ciudad. Por este motivo fue que decidió, al construir su castillo, no incorporar ni gas, ni luz eléctrica; eso significa cero televisores, nada de teléfonos, mucha leña, y por supuesto tinta china para concretar abstracciones. Al ingresar en su hábitat existe la posibilidad de teletransportarse en el tiempo, viajar a un lugar arcaico en donde la inmediatez de los mensajes de texto no forman parte más que de una mera fantasía. Al ver las paredes fabricadas con masa y barro hace pensar si así se verían las mastabas del antiguo Egipto construidas en las mismas condiciones.
Para encontrar a Prchal basta con preguntar a cualquier pueblerino por él. Algunos apuntarán que es un viejo loco que no para de beber vino en su casa de adobe. Otros argüirán que es un escritor bohemio que gusta de organizar tertulias en medio de una gran comilona. Nosotros, diremos que es un poco de las dos cosas. La primera la admitirá él mismo: “Soy un literato alcohólico que últimamente sólo baja al pueblo para comprar algo de tomar cuando falta”. La segunda lo deja en claro sus nueve libros publicados de forma artesanal* y las decenas de artículos escritos para diversas revistas. Su castillo se halla detrás del monumento a Los Héroes de la Independencia, a una cuadra del cementerio que alberga las almas perdidas de Humahuaca y a pocos metros de una pequeña cancha de básquet en donde se arman desafíos a diario. Al ingresar por la entrada principal la sensación trae como respuesta una relación bipartita: curiosidad y desconfianza. No hace falta golpear la puerta o tocar el timbre inexistente, sólo con dar un pequeño empujón sobre la madera crujiente ya se ésta adentro y enseguida surge la invitación a participar de la siempre concurrida mesa.


* Para los interesados en conseguir la obra de Rául Prchal contactarse con Armando Soto enviando un correo a: inirupay@hotmail.com. También pueden hacerlo en persona, en su castillo de adobe.

3 comentarios:

Aye dijo...

Hola
quería saber si se consiguen aca en baires los libros de Prchal.
Gracias!

Claudio dijo...

Hola Aye, mi nombre es claudio soy amigo del raul. En bsas los vende el COCO, mandale un mail a intirupay@hotmail.com , la pelicula del viejo ya esta colgada en youtube, buscala por "la muerte del sol" saludos!

Santiago dijo...

Amigos.
Ya pueden ingresar a la pagina oficial de Raul y la comunidad Huaira Huasi:

http://www.raulprchal.com.ar


Saludos!