¿EL FUTBL ARGENTINO SE VA AL DESCENSO?

Por Agustín Di Tomaso


Se podría decir que el fútbol argentino es un fútbol acorde a los tiempos que vivimos. Donde lo único que importa es el éxito. Donde los medios para conseguir resultados no importan. Un fútbol en el cual la violencia que la sociedad emana (fruto de la desocupación, la pobreza y el analfabetismo) se expresa a través de la pasión, acrecentando el negocio de la televisión. Esa televisión a la que le conviene, que miles de personas se alejen de las canchas. Decidan no ir a un estadio donde los ineficientes operativos policiales, permiten el choque de hinchadas y dejan también, que los barra bravas aprieten a jugadores de su mismo equipo. Vivimos en un momento donde el verdadero hincha está apartado de los estadios y donde el amor por la camiseta se confunde con el odio al adversario y la presión sobre los jugadores. El exitismo reina en el pensamiento del simpatizante común y la observación del juego se pierde entre festejos y tristezas. En lo futbolístico, el trabajo a largo plazo es inservible. Si a los tres partidos no se obtienen los resultados esperados, el director técnico carga con la cruz del fracaso y la derrota sin importar el desarrollo o el contexto de los partidos.
El periodismo opera según su conveniencia, capaz de colocar y sacar técnicos con la misma facilidad con la que cualquiera de nosotros compra en un almacén. No importa el análisis del juego propiamente dicho y sí, los entretelones de un espectáculo cada vez más alejado de la pureza de sus comienzos. Ya lo decía Dante Panzeri en los sesenta, cuando veía en el ingreso del dinero al fútbol la metamorfosis del juego al negocio. El fútbol perdió la magia y la libertad para dar lugar al resultado, su carácter de espectáculo para dar lugar al negocio y su inocencia para dar lugar a la corrupción deportiva.
Los clubes argentinos, vaciados económicamente por los dirigentes que robaron año tras año con la impunidad y la complicidad política, se encuentran en la necesidad de generar recursos. Quedando atados a los vaivenes del mercado de jugadores y los ingresos de la televisión. El jugador pasó de ser protagonista a ser mercancía. La necesidad de que el dinero entre en las arcas de los clubes, llega hasta a la desprotección de sus inferiores, vendiendo la próxima promesa futbolística con tal de paliar la crisis. El éxodo masivo de jugadores merma el rendimiento del torneo nacional. Permaneciendo en él, los jugadores veteranos que “están de vuelta” o los juveniles con pocos partidos en primera que esperan agazapados la chance de ir a jugar al exterior. Los jóvenes se van cada vez más chicos, sin siquiera haberse hecho un lugar en la primera de un club. En algunos casos, en la temprana adolescencia con sus padres esperanzados que el pase a otro equipo (por lo general, un poderoso club europeo) los salve económicamente.

Todo cuerpo tiene una cabeza


Parece ser que el poder de la AFA se conforma de tres cosas: el merchandising de todo lo que pueda producir la selección nacional (camisetas, publicidades, TV, etc), lo que pague la televisión (desde la Copa Libertadores hasta los torneos de verano) y que salgan campeones los mismos dos equipos de siempre. Extraña paradoja que nuestro fútbol sea considerado el tercero a nivel mundial y sin embargo, tiene a sus clubes inmersos en una crisis sin antecedentes. Con esta política apañada por la AFA, nuestro fútbol, se va al descenso.

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