VENENO, DE BERLIN A BUENOS AIRES

Por Agustín Di Tomaso

“Tenemos un gobierno que no sabe a que lado irle. Todos tienen miedo. Y yo también. El miedo no me deja dormir. Nada funciona bien, a excepción del miedo”. Con estás palabras le demostraba su paranoia el Inspector Bauer (interpretado por Gert Forbe) a Abel Rosenberg (David Carradine) luego de apresar a este último por el sólo hecho de ser judío.

“El Huevo de la Serpiente” (Serpent’s Egg, 1978, escrita y dirigida por Ingmar Bergman) transcurre en Berlín, Alemania, durante una semana de 1923, diez años antes de la llegada del nazismo al poder y en los días que preceden el putsch de Hitler en una cervecería de Munich, el 9 de noviembre. El país se encuentra envuelto en una crisis económica como resultado de la derrota en la Primera Guerra Mundial. Abel Rosenberg y su hermano Max son dos estadounidenses que viven en un hotel de mala muerte y que, junto a la pareja de Max, Manuela (Liv Ullman), hacían un espectáculo circense. El suicidio del hermano de Abel produce el reencuentro de éste con Manuela y los intentos de sobrevivir a una situación crítica: la policía lo acusa de una serie de asesinatos, incluido el de su propio hermano.
Miedo. Paranoia. Desconfianza. Esos sentimientos recorren “El Huevo de la Serpiente” de principio a fin. Miedo a la muerte, miedo al diferente o miedo a la locura. En la capacidad de demostrar los sentimientos más humanos y poder plasmarlos en una película radica la genialidad de Ingmar Bergman.
Abel se encuentra desocupado y sumergido en el mundo de la prostitución y el alcohol. Devastado, no solo económicamente, sino también moralmente, como el país entero. La inflación hace estragos en el día a día. Los marcos alemanes no se cuentan billete por billete y no poseen valor nominal: se pesan directamente. Memorable escena, cuadro de la desesperación del pueblo alemán de entreguerras, el momento en que el protagonista, en medio de la noche, encuentra en la vereda, a sus pies, un caballo muerto. Una señora lo despelleja con una mezcla de frialdad y necesidad ante la mirada atónita del protagonista.
El encuentro de Abel con un viejo conocido y nuevo amante de su cuñada, el Profesor Hans Vergeous, les significa un lugar para vivir y un trabajo en el hospital donde el Profesor se desempeña.
“El salvador ha nacido. Su nacimiento está dejando sangre y dolor. Se aproximan tiempos terribles. ¿Qué son 30 años o 40 años de sufrimiento y muerte? ¿Qué importamos usted y yo? Incluso: ¿Qué importan millones de personas?” La conversación entre Abel y un empleado del hospital, donde ahora trabaja, es la muestra de la desesperanza en la realidad que se encuentran viviendo y la esperanza en un “mesías” capaz de terminar con todos los problemas que aquejan a la Alemania de entreguerras.
Abel descubre en el hospital los verdaderos planes del Profesor Vergous: aprovechar la desesperación de los alemanes en su propio beneficio, para la realización de experimentos sobre la raza humana. El prefacio de lo que vendría en el futuro serían las ultimas palabras del Profesor: “Algún día podrás decir esto a quienquiera que desea oírlo. Nadie va a creerte, a pesar de que cualquiera que haga un mínimo esfuerzo pueda ver lo que depara el futuro. Es como un huevo de serpiente. A través de la delgada membrana se puede distinguir un reptil ya formado”.
El nazismo ya estaba puesto en marcha.

La serpiente viaja sin cesar.
El tiempo se sucede y el mundo cambia: progresa y retrocede sus logros por partes iguales. Sin embargo, uno de los motores que prevalece a través de las épocas es el miedo. Un miedo que muchas veces es impuesto por cierta gente con ansias de poder. A lo largo de la historia la búsqueda de chivos expiatorios ha sido una constante: ayer, el judío, principal beneficiado con el fin de la primera guerra mundial para la concepción del nazismo; hoy, el villero (o “negrito”) que sale a robar porque las condiciones político-económicas, no permiten la integración de todos los estratos sociales al sistema. Un sistema excluyente. La solución propuesta nunca es integradora, siempre es diferenciadora. El “malo” afuera (muerto o adentro de la cárcel), el “bueno” tranquilo y disfrutando de “Bailando en el caño”. Que se quede tranquilo, Buenos Aires va a estar bueno.

Ficha técnica

  • Título original: Ormens ägg/Das Schlangenei/The Serpent's Egg.
  • Producción: Rialto Film (Berlín), Dino De Laurentis Corp.
  • Distribución: Fox-Stockolm.
  • Dirección: Ingmar Bergman.
  • Guión: Ingmar Bergman.
  • Productor: Dino De Laurentiis.
  • Estreno: Röda Kvarn, 28 de octubre de 1977.
  • Duración: 119 minutos.
  • Intérpretes: Liv Ullman (Manuela Rosenberg), David Carradine (Abel Rosenbeerg), Gert Forbe (inspector Bauer), Heinz Bennent (Hans Vergérus).

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