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Hace diez años, la policía de Neuquén asesinaba a Teresa Rodríguez. La joven murió por un balazo durante la represión a las puebladas de Cutral-Có y Plaza Huincul. Hoy nada ha cambiado. El 4 de abril, Carlos Fuentealba llegó al Hospital Central, casi en estado de coma, con la cabeza estallada por la granada que le lanzó por la espalda uno de los tantos policías que reprimió a los maestros en la ruta 22. La marcha era para pedir un aumento salarial y terminó con la lamentable muerte de un maestro. El gobernador y asesino Jorge Sobisch, quien dio la orden de reprimir, no se hizo responsable y ni siquiera tuvo la dignidad de renunciar. Por otro lado, Darío Poblete -oficial que ya había tenido causas por apremios ilegales y amenazas- se presume como el autor material del crimen.La tarde del 5 de abril, Sobisch, hizo uso de su mayor virtud: la cobardía. Huyó de la Casa de Gobierno de Neuquén en medio de un operativo relámpago con una máscara en su rostro y cubierto con un sacón mientras se manifestaban frente al lugar cientos de docentes.“Es muy posible que haya sido un error policial”, sostuvo el subsecretario de Seguridad de Neuquén y cómplice del asesinato, Raúl Pascuarelli. Ese “error” costó la vida de una persona y, por lo tanto, no debe quedar impune.

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