A PROPOSITO DE LA PIRATERIA MUSICAL EN INTERNET

Por Agustín Zeoli


Para algunos la música es simplemente un hobby para pasar un buen momento o una excusa para encontrarse con amigos compartiendo un recital. Para otros, constituye un medio de vida.

Hace más de una década que se han producido grandes cambios en la industria discográfica producto del desarrollo de Internet y las tecnologías que permiten copiar música en distintos formatos digitales. Esta situación se ha traducido en una merma considerable de las ventas de las empresas discográficas tanto a nivel mundial como local.
Fuentes de la Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas (CAPIF) informaron que a pesar que durante 2006 las ventas se incrementaron en un 7%, el equivalente a 17 millones de unidades de soportes relacionados con la música (discos, casettes, dvds y vinilos), todavía se está lejos de los niveles de 1999, cuando se comercializaron 24 millones. Por otro lado, según CAPIF, en el transcurso del año pasado año, se descargaron desde Internet 608 millones y medio de canciones. Los datos reflejan una tendencia que parece indeclinable, en el corto plazo, el formato digital será el principal soporte para consumir música. La Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI) calcula que para el 2010, las ventas digitales representarán un 25% del mercado musical mundial.

Como se sabe, la música bajada de Internet excede los marcos jurídicos ¿Acaso el abaratamiento de costos en las dispositivos de copiado como las grabadoras de cds y dvds no fomentan y facilitan la piratería? ¿Es ilícito intercambiar archivos musicales a través de programas como el E-Mule o el Ares si consideramos que es un intercambio entre privados? Podríamos reflexionar acerca de la primera de las preguntas, pero estaríamos desviando el eje de la polémica que suscita esta nota. Por eso es necesario replantear el segundo interrogante y escuchar algunas opiniones de los actores que intervienen en este asunto. Hasta ahora se mencionó solamente a los sellos discográficos y los usuarios de Internet como partícipes, pero está faltando el eslabón principal: los músicos. Los verdaderos hacedores del arte. Para muchos la distribución de contenidos musicales a través de Internet por medio de archivos P2P representa un arma de doble filo.

Aquellos que recién comienzan ven con buenos ojos el desarrollo de de diversos sitios que les permiten mostrar su música. Los más experimentados manifiestan su oposición y los próximos a sacar un disco temen que sus creaciones circulen rápidamente en la red sin poder contar con los derechos de autor. Las posiciones de músicos consultados admiten muchas interpretaciones, no hay unanimidad al respecto. El trayecto recorrido y la edad del artista son los dos factores que influyen a la hora de hacer una distinción entre la piratería y compartir música digital.

David Eichenbronner, cantante de Verité, una banda de rock que recién da sus primeros pasos en el under, explicó que Internet le permitió tener acceso a música extranjera que le sería inaccesible escuchar si tuviera que comprar los discos originales, ya que son importados.

Si bien es necesario resaltar los matices que existen de acuerdo al estilo musical, porque no es lo mismo el mercado discográfico del tango que el rockero, las estadísticas muestran que los artistas nacionales son los más demandados en Internet.
Para los músicos con años de experiencia y acostumbrados a palpar el celofán del disco nuevo, el uso de archivos MP3 constituye una deslealtad digna de una traición. Edelmiro Molinari es categórico al respecto: “Yo no puedo creer que la discografía completa de una banda entre un disco mp3. No estoy para nada de acuerdo, es más, creo que tendrían que estar presos los que hacen eso. Siento que están robando el pan de mi familia”. Tanto el uso de discos copiados como el intercambio de archivos P2P no remite ningún tipo de beneficios para las discográficas y menos de derechos de autor para los artistas. Algunos como la banda Las Pastillas del Abuelo, en una entrevista dada al sitio Ciudad.com, explicaron que su popularidad no hubiese crecido exponencialmente sino fuera por la circulación de sus canciones por Internet. A contramano, Charly Alberti, -ex integrante de Soda Stereo (y que estuvo vinculado al desarrollo de productos informáticos)- sostuvo en una declaración: “Yo trabajo muchas horas para crear mi música, como para que alguien piense que se la puede descargar gratis. Y me da pena tener que justificar mi trabajo, y me imagino, el de muchos otros músicos también, que nos encanta vivir de lo que hacemos"(extraído de cancionero.net).
En lo que coinciden tanto músicos como productores es que cada vez más, debido a la disminución de las ventas de discos, es necesario salir a dar shows en vivo para sostener una estructura. Sobre todo en el caso de las bandas medianas y más grandes que ya poseen una logística integrada por sonidistas, agentes de prensa, iluminador y otros.
Todavía quedan temas a investigar y vacío legales en la legislación de nuestro país, según el artículo 72 bis de la ley de Propiedad Intelectual (11.723) solamente es delito penal cuando la descarga y la copia de canciones se efectúa con ánimo de lucro.
El desarrollo de Internet trae aparejado nuevos usos y actitudes en la forma de consumir música. Pero también incita a buscar alternativas a un modelo de negocio que muchos consideran caduco. Varios músicos vislumbran la posibilidad de vender en forma directa sus canciones (a través de sus sitios oficiales) mientras que otros prefieren en una presentación en vivo, regalar sus discos con la compra de la entrada.
Sin embargo, los principales damnificados por la proliferación de música online son las discográficas (a pesar que a los músicos solo les corresponde un 10% de las ganancias por ventas de discos). Es por esta razón que los grandes sellos internacionales (y nacionales) se esfuerzan en impedir que se comparta música en Internet en respuesta a la desvalorización de su negocio y en la pérdida de la rentabilidad que supieron disfrutar la década pasada.

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