UNA LITERATURA ILUSTRADA

Por Emiliano Bezus Espinosa

La Ciencia Ficción hoy y ayer en la narrativa nacional. La dominación del mercado y cómo los escritores se abren camino en Internet.

Ciudad de Buenos Aires, Facultad de Medicina. Nadie se imagina que en las habitaciones subterráneas un científico juega a ser Dios. Vuelve a la vida a un muerto, objetivo perseguido por el hombre desde antaño. Frankenstein o El Moderno Prometeo publicada en 1818 por la escritora inglesa Mary Shelley, es considerada la primer obra literaria del género de la Ciencia Ficción. Santiago Davobe nació en Morón, provincia de Buenos Aires, en el año 1889 y falleció ahí mismo sesenta y dos años después. Este escritor tomó como inspiración la novela de la escritora inglesa, para crear su cuento titulado El Experimento de Varinsky. Dicho relato cuenta la resurrección (efímera pero vuelta a la vida al fin) de un suicida asesino a manos de un científico. Dabove tiene solamente una obra, la cual es póstuma y se titula La Muerte y su Traje del año 1961, en la que se encuentra el cuento aquí comentado. Este es uno de los tantos relatos de Ciencia Ficción que existen en nuestra basta literatura.
Las historias de Ciencia Ficción, como bien lo dice el nombre del género, tratan sobre la ficcionalización de la ciencia. Cosas que la ciencia en la realidad no puede llevar a cabo. O también “ciencias” venidas de otros mundos, que pueden ser otros planetas o dimensiones paralelas o alternativas. Existe un extenso mapa de temas que conforman este género: viajes en el tiempo, muertos reanimados, invasiones extraterrestres y robots con vida propia entre muchos otros. En nuestro país la creatividad destinada a la escritura de este tipo de historias es abundante. Pero su llegada al público, a los consumidores hablando en el idioma del mercado, es más que complicada. Al no vender la cantidad ejemplares, que sí lo hace el guión de una novela televisiva adaptada de un escrito de Alejandro Dumas, las posibilidades para que los escritores de Ciencia Ficción puedan publicar se convierten en una tarea verdaderamente quimérica.
El uruguayo Horacio Quiroga (Cuentos de la Selva; Cuentos de Amor, Locura y Muerte) ha incursionado también en este género con un relato llamado El Hombre Artificial (1910). Esta historia tiene también como influencia el Frankenstein de Shelley. Una obra que no puede faltar en la Ciencia Ficción argentina es La Invención de Morel, escrita por Adolfo Bioy Casares y publicada en el año 1940. Allí un hombre llega a una isla supuestamente desierta escapando de algo que no sabe qué es y se le advierte que quienes arriben a la misma perecerán de una misteriosa enfermedad. Una vez ahí se da cuenta que está habitada por un grupo de personas, entre los que se encuentra el misterioso doctor Morel. Al final de la historia, se revela el secreto que éste y su isla ocultan. Otra gran obra es El Eternauta, mítica historieta argentina, creación de Oesterheld y Solano López, donde un grupo de extraterrestres decide invadir la tierra. Dado su brillante contenido narrativo, aún siendo un comic, es considerado una gran obra literaria. Estos son unos pocos ejemplos de lo que en estas sureñas y prolíficas tierras se ha escrito.
Para quienes deseen despuntar el vicio entre viajes en el tiempo y alienígenas invasores “argentos” (también hay muchos autores latinoamericanos), pueden navegar en el sitio www.axxon.com.ar, un fanzine digital dedicado principalmente a la publicación de literatura de Ciencia Ficción. A pesar de que el mercado siga dominando y eligiendo qué publicar, ya lo dice una vieja obra “La vida se abre camino”: los escritores se abren camino utilizando una herramienta que, décadas atrás, hubiera sido catalogada como una ficción de la ciencia.

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