INSTRUCCIONES PARA UNA BUENA ELECCION (o consejos útiles para no romperse la cabeza contra la pared en un par de años)

Por Tamara Alvarez Brasil


Los domingos, esos días marcados en el calendario con color rojo, no suelen ser utilizados para muchas cosas. Depende del estado de dependencia de cada uno (laboral, amorosa o religiosa), suele pasar sin mucha pena ni gloria, lento, pegajoso, con algún dolor de cabeza o una buena resaca como compañía. Aunque para algunos sea el más detestable y para otros el mejor de la semana, el domingo es el día elegido para elegir, valga la redundancia.
Una vez cada tanto, y a veces demasiado seguido, el ciuda
dano procede a dar vuelta su casa, revolver cajones, cajoneras y cajas varias en busca del tan preciado objeto; ese mismo que le brindó la identidad ante la ley, en el que figura el número por el que el aparato del estado reemplazó su subjetividad e individualidad: el DNI, o Documento Nacional de Identidad. Usted, querido lector, podrá ver, si da vuelta sus páginas, unos casilleros de ajedrez en los cuales se irán coleccionando sellos, cual figus de álbum, sin atreverse, por supuesto, a repetir ninguno. Dichos sellos delatan, del mismo modo, longevidad o actos eleccionarios, entendidos estos últimos como las jornadas en las cuales se eligen, mediante sufragio, a las autoridades municipales, provinciales o nacionales dispuestas a representar los ideales de los ciudadanos que los votan, velar por su bienestar y el de la sociedad toda, y decidir en y por su nombre durante un lapso de tiempo determinado.
El domingo indicado entonces, deberá
dirigirse al lugar correspondiente de votación, generalmente una escuela (y las dulces palomitas blancas agradecidas por su lunes de asueto). En la puerta de alguna centenaria institución educativa encontrará varias hojas dispuestas una a continuación de la otra, siempre que el viento no haya arremetido contra ellas y su prolija disposición. Deberá buscarse, de acuerdo al sexo que marca su documento, en las listas rosas si es niña o en las celestes si es niño. En una multitud de letras pegadas unas a otras encontrará su nombre y algún que otro dato que seguramente lo sorprenderá, pero esto siempre y cuando lleve consigo una lupa o anteojo con generoso aumento. Es un acto complejo y los nervios al no encontrarse en la primera impresión pueden jugar en contra pero no es cuestión de desesperar, además, recuerde que es un buen ejercicio para los músculos oculares y para el dedo índice.
Ya adentro del establecimiento escolar, no tema: los uniformados de verde, con armas de grueso calibre en su mano y revólveres y municiones en sus cinturones no lo van a atacar: están para defender y cuidar la democracia constitucional y el buen desenvolvimiento del acto eleccionario, así que no piense lo contrario, no se deje impresionar.
En alguna de todas esas mesitas con gente muy simpática y dispuesta que lo están esperando con los brazos abiertos, a pesar de las inclemencias climáticas y del paso de las horas, deberá usted votar. Le recibirán su documento y lo buscarán en listas interminables e idénticas a las que están en la puerta, le darán un sobre firmado por todos lados y lo invitarán a formar fila ante la gran puerta del cuarto oscuro. Uno a uno, pasarán y serán fagocitados por las gargantas oscuras del cuarto, que mucho de oscuro no tiene, y que alberga en su vientre a los representantes que usted, en condición de votante completamente iluminado en este acto sublime de la democracia representativa, va a elegir para que lo representen por los próximos años.
Ahí adentro se encontrará con muchos papeles colocados prolijamente en piloncitos. Existen también los casos, vale destacarlos, en que los muchos papeles se reducen a dos: esas son las opciones que tiene para elegir. A esta altura del día seguramente su cabeza a sido vapuleada e invadida por múltiples discursos y sus manos han regresado a su casa con infinidad de volantes con nombres de candidatos diversos, por lo cual se deduce que alguna reflexión le ha debido todo esto y no necesita una boleta de las ofrecidas ya que lleva la suya propia, pensada, en uno de sus bolsillos. O no necesariamente. Esto último le provocará reacciones del tipo “¡y ahora qué hago!”, “má sí, voto a este… ¿quién era?”, “ta, te ti…”, “y este debe ser el menos malo”, etc, etc. Cualquiera de estas opciones es posible en la oscuridad del cuarto.
Sea cual sea su decisión, el próximo paso consiste en introducir prolijamente la boleta en el sobre que tiene usted en su mano. La prolijidad responde a que cualquier anormalidad, rasguño y/o rotura de la boleta provocará su anulación inmediata al momento del escrutinio (recuento de los votos). Tenga esto en cuenta si su deseo es expresar su repudio de esta manera o colocando dentro del sobre entradas varias, volantes, ofertas de supermercado, caricaturas o, incluso, una feta de algún embutido (preferentemente salame). Con la lista o con lo que sea dentro, cierre el sobre humedeciendo levemente con su lengua el lado que se encuentra abierto. Al salir del cuarto, recibirá su documento a cambio de colocar el sobre en la ranura de la urna de cartón rigurosamente sellada con fajas de papel.
Su DNI, señor lector, tiene un sello más. Su domingo, una actividad diferente. Cumplido esto, puede retirarse a tomar unos mates calentitos acompañados por unos bizcochitos de grasa y ver por televisión, en alguna de las transmisiones que los diferentes canales realizan en cadena nacional, cómo influyó su voto en el desarrollo de la jornada electoral. Si su candidato ganó y gestionará los próximos años de su ciudad, póngase la remera amarilla, que es muy pro, y salga a bailar por las calles de Buenos Aires. Eso está bueno. Si su candidato tenía convicciones y usted cree que también, pero eso no le alcanzó para mucho, tome la revista dominical del gran diario argentino y lea el horóscopo para ver qué le deparará la semana. Ahora bien, si su caso es el del que se atoró con el mate y tiene acidez estomacal, está indignado y a la vez extrañado, no se preocupe que tendrá su revancha dentro de cuatro años (por qué solo la Selección nacional habría de tenerla). A no desanimarse: la democracia representativa nos abre las puertas de sus urnas y cuartos oscuros cada cuatro años para expresar nuestra participación comprometida en la construcción del país.


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