Cine/ Entre los muros. La educación en debate


La invisible frontera entre enseñar y aprender

Entre los Muros ficcionaliza, a partir de una impronta realista, el devenir contemporáneo de un curso de clase media-baja en un barrio multiétnico de una escuela francesa. Dirigido por Laurent Cantet y basado en la obra del escritor y docente François Begaudeau el film propone una mirada sobre la relación docente-alumno en la cual el rol del profesor juega constantemente entre los límites de una pretendida posición de acercamiento con sus estudiantes y por otro lado el respeto a las normas disciplinarias y los contenidos propios de la institución.

por Agustín Zeoli

Interpretada por alumnos y profesores de la vida real, la película sitúa al espectador en una problemática que puede parecerle familiar, pero que a la vez resulta lejana a partir de las diferencias existentes entre Francia y Argentina. Es difícil imaginar a uno de los colegios estatales del conurbano bonaerense con dicha estructura edilicia, o teniendo a comienzos del año escolar una instancia superestructural -entendida ésta, como funcionamiento interno, estructura pedagógica y lógica instituida e institucional del trabajo docente- en donde los diferentes profesores y directivos de la escuela, se presentan, se conocen, se vinculan y comienzan a planificar de conjunto el año escolar.

Sin embargo, una vez que comienzan las clases, y aparecen en escena la población estudiantil del colegio francés, es posible metaforizar que en cierta manera se reducen las distancias entre Francia y Argentina, permitiéndonos ver, a partir de ciertas prácticas, maneras de hacer y de ser en un espacio común, un correlato más cercano con los jóvenes de nuestro país que entraron al colegio a partir de las políticas de masificación escolar.

Para poder pensar los desvíos y dificultades que Entre los Muros nos propone como estado actual de la escuela, debemos recomponer, al menos de forma preliminar, aquel grado cero sobre el cual se construyen los trayectos desviados. Es decir, reconstruir un fuera de campo, la escuela moderna como programa institucional, que opera en los imaginarios, pero que en lo real se transforma y se transgrede de forma continua.

Aquella escuela de los muros firmes, en el marco de la sociedad disciplinaria, que se consolida como un sitio en el que se encierra y se disciplina la subjetividad del individuo, se insertaba en el marco de una planificación panóptica y taylorista del espacio. Apuntaba, además, a favorecer no sólo la adecuación de los cuerpos a la producción si no también la constitución de subjetividades ciudadanas. Contenía toda una estrategia de política social que buscaba controlar los movimientos y las costumbres a partir de dispositivos específicos de control del tiempo educativo, de la regularidad de las tareas, del ritmo corporal y académico.

La masificación del sistema educativo en la década del `60, con el ingreso de alumnos provenientes de los sectores populares, que antes tenían vedada la entrada al sistema educativo, fue un factor determinante que produjo muchos de los principales cambios al interior de la escuela. Entre los Muros nos muestra la escuela de hoy, entre unos muros que son otros, ya no tan firmes, resquebrajados, sin medianera, pero también con escombros de un pasado cercano.

¿Qué sucede cuando los docentes se encuentran con un permanente desacople entre sus imaginarios y experiencias, entre su formación y sus necesidades contingentes? Solo en este contexto de crisis del programa institucional de la escuela, donde las distintas formas de autoridad aparecen permanentemente cuestionadas, es posible también pensar en estudiantes que tienen la alternativa de tomar la voz. Aparece, a partir de estas nuevas configuraciones áulicas y culturales, una especie de contradicción entre las finalidades manifiestas de ciertos imaginarios educativos, y las prácticas, procesos y productos de la experiencia cotidiana.

A partir de la entrada de la segmentación social y cultural en el sistema educativo, son las propias escuelas, las que van creando sus propios dispositivos para normalizar y gestionar las particularidades de los estudiantes, en cuanto a su organización interna, selección de alumnos y docentes, políticas internas de capacitación. Algunas de estas discusiones, que no se acaban en el ejemplo de la película, dan cuenta de que no hay ninguna certeza instituida ni tampoco un horizonte en común.

Hoy vemos cómo las instituciones modernas no encuentran su función, constituyéndose en fragmentos a la deriva sin una articulación escenográfica general. Tal como explica Gilles Deleuze, la escuela es un “interior” en crisis como todos los interiores: familiares, profesionales y penales. Se habla de reformar la escuela, reformar la industria, el hospital, el ejército y la prisión- La supuesta caída de los muros le plantea a la escuela una existencia problemática. Si ya el peso de las disciplina no es el mismo ¿Cómo seguir educando a los jóvenes?

Las tensiones producidas en el aula a lo largo de la película son propias, en parte, de un modelo pedagógico que tiene como premisa estimular la crítica a partir del intercambio dialéctico entre el profesor y los alumnos en contraposición de una enseñaza que imparte un saber en forma unilateral. Sin embargo, la propuesta del director está lejos de caer en una idealización de ese modelo puesto que el profesor muchas veces incurre en la arrogancia, la intolerancia y hasta la subestimación de los alumnos como cuando queda perplejo al escuchar que una de las alumnas leyó La República de Platón por su propia cuenta.

Entre los muros pone en escena una situación cotidiana sin impartir fórmulas ni recetas rígidas sobre la enseñanza dejando abierta la puerta para el debate en torno a la forma que debe tomar la educación entre las cuatro paredes de un aula.

No hay comentarios.: