INFORME/ drogas



Esa dulce bocanada de aire fresco
Las drogas no siempre fueron utilizadas como un fetiche del que se sirven los medios de comunicación burgueses. En antaño los griegos las usaban para el disfrute, para la meditación y hasta para acrecentar el placer sexual. Las flores y los estimulantes psicoactivos fueron y serán, sin duda, más discutidos por la opinión pública que una aspirineta de venta libre en una farmacia. Legalidad, prohibiciones y moralismos en una nota bien armada.
por Juan Pablo Manente
Misceláneas alucinógenas
El filósofo español Antonio Escohotado cuenta en su libro Las drogas, de los orígenes a la prohibición que Marco Aurelio solía despertar a la mañana, por recomendación de su médico, con una porción de opio grande como un haba de Egipto y desleída en vino tinto. La mayoría de sus antecesores en el imperio romano también utilizaban el opio como terapia. Por otra parte, cabe decir que tanto la sociedad ateniense como la romana consumían asiduamente flores de cáñamo para incitar las orgías y reducir las tensiones diarias.
La morfina, uno los alcaloides del opio y descubierta en el siglo XIX, supo calmar los estragos físicos de cientos de guerras. Los hombres cuyos cuerpos fueron cubiertos por el plomo de diferentes calibres ahogaron sus gritos gracias a las sustanciosas dosis de morfina que recibían una vez heridos. Claro que una de las consecuencias atroces que acompañaban a los combatientes eran las adicciones, que junto a los estragos psicológicos postbélicos terminaban por ser mortales.
Un libro recomendable es Las puertas de la percepción (1954), de Aldous Huxley. Aquí el escritor habla sobre su experiencia con la mescalina: “La mente obtiene su percepción en función de intensidad de existencia, de profundidad de significado, de relaciones dentro de un sistema (…) Junto a la indiferencia por el espacio, hay una indiferencia igualmente completa por el tiempo”. Huxley fue uno de los primeros escritores del siglo XX que trató de descubrir los cambios que se producen en el sujeto a partir de la ingesta de drogas alucinógenas. Otro de ellos fue William Burroughs quien en El almuerzo desnudo (1959) bajo el alias de William Lee hizo hincapié en la rutina diaria que éste mantenía con la cocaína, marihuana y mescalina, entre otras. La segunda parte de El aullido (1956) del poeta Allen Ginsberg es una obra realizada bajo la influencia del peyote (uno de sus alcaloides es la mescalina), planta que desde la antigüedad ha sido utilizado por tribus originarias de México con fines espirituales.
Las drogas pueden significar la muerte, la alegría o la desdicha. Son el otro lado, se trata, sin duda, de una realidad diferente, gozosa, clara, paranoica, confusa. Una vez ingeridas el mundo se torna, de pronto, gaseoso. El hormigueo se apodera del cuerpo que se descorporeiza. El tiempo poco tiene que ver con las agujas del reloj, y el espacio se manifiesta absurdamente desproporcionado.

Marihuana: Tráfico
Las leyes contra el consumo de marihuana comenzaron a multiplicarse a fines del siglo XIX, el capitalismo ya estaba instalado hace tiempo y las prohibiciones a cambio del lucro eran moneda corriente. A partir de aquel momento el tráfico se potenció.
La marihuana prensada es lo que, en general, se consume en Sudamérica; ésta contiene químicos que se utilizan para comprimirla y es lo que la torna de mala calidad. En este punto juegan un papel primordial los traficantes que comercian cantidades enormes de la droga y la adulteran con fines estrictamente comerciales. Una ley que permita el autocultivo y el consumo personal no eliminaría el tráfico, pero sin duda lo reduciría considerablemente. Por otra parte, sería una apuesta en favor de la salud de los consumidores ya que el contacto que éstos mantienen con químicos nocivos como el alquitrán (que también se utiliza para el cigarrillo de tabaco) se vería reducido. El cogollo, el fruto de la planta que finalmente se consume, puede llegar a tener un porcentaje de THC de hasta un 24 por ciento, un numero mucho mayor al prensado que es de 2,4 por ciento como máximo, el resto es artificial. El cogollo se extrae de la planta, se deja secar y se fuma de forma natural.
Para otras culturas, distantes de la occidental, la planta es consumida para fines espirituales, ni imaginan la posibilidad de que otro ser humano (en este caso el Estado) imponga reglas que abarquen libertades esenciales, porque lo que viene de la tierra (acaso parecerá extraño decirlo) pertenece a todos los hombres que habitan en ella; por más que de un modo u otro algunos busquen coartar lo que otros tienen por regalo de la divina providencia.
Cannabis: Acciones curativas
Ya hace tiempo que se ha probado el poder curativo de la marihuana. Hay una anécdota reciente que ha llegado a los oídos de quien escribe que cuenta que una anciana con fuerte dolores de espalda debido a la artrosis rescató de la cartera de su hija lo que creía un cigarrillo, lo prendió y tragó el humo. A los pocos minutos percibió como nunca antes un bienestar celestial. Al otro día preguntó a su primogénita de qué marca de cigarrillos se trataba porque quería comprarlos, su hija respondió que si prometía no hacer un escándalo le diría la verdad. La viuda de ochenta años comprendió de inmediato que rompería su juramento de juventud de no tocar jamás una droga ilegal (las legales, por cierto, las consumía diariamente por sus dolencias crónicas).
En su trabajo “Actualización sobre el potencial terapéutico de los cannabinoides”, los Doctores Francisco J. Álvarez y Ángel Arévalo-Martín, entre otros, explican que los cannabinoides actúan como antieméticos y estimuladores del apetito, además pueden ser beneficiosos en determinadas enfermedades que afectan al movimiento y logran disminuir la presión intraocular. Incluso se manifiestan como neuroprotectores y funcionan como inhibidores del crecimiento tumoral. En la terapia cannabica se han experimentado resultados positivos en enfermos de alzheimer, parkinson e incluso se han logrado efectos paliativos en personas enfermas de cáncer.

Consecuencias
Según la Sociedad Española de Investigación sobre Cannabinoides (SEIC), el cannabis puede originar un leve incremento del ritmo cardíaco y cambios en la presión arterial, los cuales no acarrean riesgo alguno. Por otra parte, fumar marihuana crónicamente puede afectar a la memoria a corto plazo. Sin embargo, correctamente dosificado, su uso terapéutico es muy efectivo y no existen muertes por sobredosis.
El Dr. Robert Melamede, en su artículo Cannabis and Tobacco are not equally carcinogenic, explica que el único deterioro físico de relevancia que produce el cannabis al ser fumado es en el sistema respiratorio que se encuentra predispuesto a una bronquitis; no obstante, a diferencia del tabaco no transforma los pro-carcinógenos en carcinógeros, por lo que el riesgo de contraer cáncer disminuye considerablemente, en oposición a lo que ocurre con el consumo continuado de nicotina. Cabe señalar que el consumo de THC durante la infancia/adolescencia puede tener consecuencias desfavorables en el desarrollo de determinadas capacidades cognitivas.

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