INFORME/ libertad sindical


Burócratas ideologizados
Uno de los tantos legados nefastos que dejó el Peronismo fue la burocracia sindical. Sus representantes ocupan el lugar de un empresario con disfraz de obrero que poco tiene que ver con las necesidades y derechos de los trabajadores. El papel que jugó el secretario general del Sindicato de Alimentación, Rodolfo Daer, en la lucha Kraft-Terrabusi da cuenta de ello. Tanto Hugo Moyano como Daer tuvieron la posibilidad de llamar a un paro nacional, sin embargo, optaron por esconderse detrás de un discurso maquiavélico que radicaba en señalar que “cuando se ideologiza un conflicto, se produce un desborde”.
por Juan Manuel Giraldez y Juan Pablo Manente
Poco es lo que se puede saber de la realidad obrera si la única actividad diaria es la de atender teléfonos detrás de un escritorio y negociar con el gobierno y el empresariado a espaldas de los trabajadores. Cierta paradoja maliciosa recae en los medios de comunicación cuando se lee en sus páginas que Hugo Moyano es un “representante de los trabajadores”. Nada más apartado de la realidad, las direcciones sindicales que nuclean la CGT y la CTA no son más que cabecillas funcionales a los intereses empresariales y gubernamentales. Ejemplos para justificar estas palabras hay de sobra. Uno de los más importantes es lo que sucedió con los trabajadores de Kraft, en donde la situación de más de cincuenta obreros y obreras aún se halla en estado de incertidumbre.
El martes 18 de agosto del año pasado llegaron a las manos de los trabajadores 160 telegramas de despido. Fue entonces que se dictó la conciliación obligatoria para que la empresa vuelva a otorgar los puestos de trabajo a todos los despedidos. Sin embargo, la patronal no acató la orden. En respuesta, los trabajadores cesaron la actividad en la planta y optaron por cortar la Panamericana, decididos a dar pelea. Por su parte, tanto el Sindicato de la Alimentación como la CGT hicieron oídos sordos al pedido de apoyo. No obstante, los obreros -a pesar de los obstáculos que impuso (e impone) la empresa, la falta de acción del ministro de Trabajo, Ángel Tomada y el revés de los líderes sindicales- lograron, apoyados en la comisión interna y en las asambleas, la reincorporación de más de cien compañeros.
ES CUESTION DE HACER POLITICA
En el ciclo Marxismo 2009 llevado a cabo en el auditorio de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Javier Hermosilla, obrero y delegado de la comisión interna de la ex Terrabusi declaró: Con los años, la organización obrera en Kraft avanzó de forma molecular. Comenzamos a juntarnos de a cinco, después de a diez, luego veinte, hasta que terminamos cuatrocientos compañeros reunidos fuera de la fábrica, votando en asamblea y cortando la Panamericana. En un principio, la motorización de toda la lucha fue contra la precarización laboral. Es decir, atacando principalmente una de las políticas centrales que tienen las patronales para producir y aprovechar la flexibilización laboral y las leyes de los noventa”. Y agregó con respecto a la burocracia: “Los sindicatos peronistas hacen política todo el tiempo, pero lo que no quieren es que los trabajadores hagan su propia política. Ellos creen que pueden convivir eternamente los obreros y la clase capitalista. Estos sindicatos no quieren que haya una política de conjunto que demuestre cuál es la contradicción principal entre la base de la explotación y la base de la ganancia capitalista que es, en definitiva, lo que nos lleva a los trabajadores a estar condenados a la pobreza y a la miseria”.
Otro caso que representa de un modo idóneo las movedizas andanzas de los burócratas es el conflicto de los subtes. Hace tiempo que los trabajadores vienen reclamando ser representados por una Asociación Gremial alternativa a la Unión Tranviarios Automotor (UTA) que integra la oficialista CGT de Hugo Moyano. Como era de prever la UTA rechazó todas las medidas de fuerza adoptadas por los trabajadores del metro que entienden que obtener la libertad sindical es un derecho que no deben ceder.
Pero ¿cuál es el motivo que impide que el Ministerio de Trabajo otorgue la inscripción sindical? ¿Acaso tienen miedo que luego de décadas de sindicatos funcionales al poder éstos empiecen a caer como si se tratara de fichas de dominó? ¿Temen, quizás, que el vocablo política comience a ser considerado nuevamente por la mayoría de los trabajadores?
Si se tiene en cuenta que la burocracia sindical representa uno de los pilares sobre los que se apoya el gobierno kirchnerista, es indudable que ambos actores se sienten incómodos ante cualquier situación que cuestione su poder. Su estrategia consiste en proclamar la necesidad de tener sindicatos fuertes e incluso de forma perversa, declarar la unidad de los trabajadores ocultando sus pretensiones de mantener un modelo sindical que en los hechos ha tenido una dirección opuesta a los intereses y reivindicaciones de la clase trabajadora. Sus discursos atacan a “reaccionarios de izquierda que promueven caos” y denuncian intentos de fragmentar al movimiento sindical cuando lo que ocurre en la realidad es un proceso de reorganización de una clase obrera hacia una tendencia combativa y antiburocrática cuyas partes más visibles fueron las luchas de Kraft y de los subtes pero que se remonta al pasado. Un proceso que aún es incipiente y que tiene su origen en las políticas de privatización de los ´90 y su consecuente flexibilización laboral, se profundizó con la crisis de diciembre de 2001 y en la actualidad se enmarca en la crisis financiera internacional y la ausencia de respuestas del gobierno nacional hacia los trabajadores.
En este contexto, una gran cantidad de trabajadores cansados de las condiciones laborales y las traiciones de la dirigencias sindicales, han desempeñado numerosas luchas a partir de la recuperación de comisiones internas. Si bien varias de esas disputas no han culminado en triunfos y muchas otras persisten en la actualidad, la clave de las mismas estuvo en promover una mayor participación de los trabajadores en los conflictos contra la despolitización reinante en el ámbito laboral producto del disciplinamiento de las estructuras sindicalistas tradicionales. Claro está que se trata de una ardua tarea, puesto que aún son muchos los trabajadores que no están organizados y las prácticas burocráticas se reproducirán en cada lugar de trabajo hasta que el viejo sindicalismo no sea derrotado. Los nuevos delegados y las corrientes de izquierda en las fábricas deberán fomentar las discusiones de las bases en asambleas, respetar las decisiones de las mismas para enfrentar a la empresa, conquistar nuevas comisiones internas y evitar la división de los trabajadores frente a la burocracia y la patronal, entre otros objetivos, como parte de una cultura sindical democrática.
POR LOS NUEVOS SINDICATOS
En sintonía con estas nuevas conductas, no se puede dejar de mencionar el proyecto que por estos días impulsa la construcción de una nueva corriente sindical. Tanto los delegados de Zanón, como los de FATE, los de Kraft-Terrabusi o los del Hospital Garraham –sólo por nombrar algunos de los implicados– tienen en sus manos la gran posibilidad (y responsabilidad) de crear un movimiento que confronte y sea independiente de los intereses empresariales y gubernamentales.
Se trata de una maniobra tan difícil como crucial, y aquí se abre un debate alrededor de la forma en que debe plantearse la conformación de esta democracia sindical. El Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) apuesta a que el sindicato ceramista se adentre en las filas de la CTA con un programa que plantea la organización de un plenario y asamblea provincial de base de todo el conjunto del movimiento obrero neuquino para barrer a la actual dirección de la CTA. El Partido Obrero (PO) es crítico de esta posición ya que entiende que al igual que la CGT, la CTA alberga una burocracia fuertemente establecida imposibilitando la integración del movimiento clasista. En cambio, visualiza la necesidad de configurar un nuevo modelo de regimentación sindical alternativo y opuesto a las dos principales centrales del país. Santiago Gandara, miembro del PO y profesor en la Facultad de Sociales en la UBA expresa esta visión a partir de su experiencia con CTERA, uno de los sindicatos de la CTA: “No hay nada más burocrático que la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE), sindicato de base de CTERA, para presentar una lista opositora, para ver cómo se resolvían las asambleas, para ver cómo te bajaban un plan de lucha cuando deciden hacerlo. Vos llevabas un mandato y no te daban bola o incluso te venían a apretar”. En cuanto a CTERA estrictamente, denuncia que “desde los 90 ha encabezado luchas en distintos distritos pero no ha nacionalizado los conflictos, los dejó morir”. Otro de los partidos que también niega la posibilidad de integrarse a la CTA es Izquierda Socialista y en cambio propone la formación de una Coordinadora Nacional que agrupe a los nuevos dirigentes y a las comisiones internas a fin de integrar los conflictos.
La discusión, lejos de estar cerrada, es prioritaria y preponderante en tanto que hace a la orientación que debe asumir el movimiento obrero más combativo con la finalidad de extenderse y fortalecerse. Se debe entender que no pueden pretenderse resultados y soluciones ni recetas inmediatas tal como lo ilustra el conflicto en el subte donde la organización para la lucha comenzó a gestarse en 1994 y aún continúa en pos de la inscripción gremial.
Pero también será necesario encontrar el modo de unificar las luchas venideras para aglutinar al conjunto de los trabajadores en su enfrentamiento con las burocracias sindicales, las patronales y el Estado. El apoyo de sectores importantes de la sociedad como el movimiento estudiantil también es decisivo en tanto contribuye a dar un salto cualitativo a las luchas. Porque en definitiva la creación y conquista de nuevo sindicatos son en sí mismos un vehículo para terminar con la opresión y la explotación de la actual sociedad.

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