ENSAYO/ el Diez



Un romántico libertario
Al leer las siguientes líneas el lector podrá apreciar que quienes escriben afirman que Diego Armando Maradona es (y fue) un Romántico, y quizás muchos no estén de acuerdo, sin embargo, es un intento por hacer hincapié en un aspecto del futbolista del cual pocos han hablado.
por Emiliano Bezus Espinosa
Dicen que escapó de un sueño…
Alfredo De Paz en su texto La Revolución Romántica habla del romanticismo como un hecho de la sensibilidad que se traduce en un estado de excesiva y permanente impresionabilidad, irritabilidad e intolerancia ante las tensiones, y una cierta inquietud narcisista que tiende a complacerse de si misma y a agotarse en si misma. Creemos que Diego Maradona reúne estas características. Es una persona que impresiona, tiene una imagen chocante, fue el más grande jugador de fútbol de todos los tiempos y es un personaje conocido (literalmente hablando) en el mundo entero. Es un individuo que se irrita constantemente, que es un intolerante ante una acción o idea opuesta a lo que él piensa o siente. Inmejorable ejemplo es la famosa conferencia de prensa en la que el Pelusa le dijo Toti Pasman que la tenía adentro.
El ex técnico de la Selección Nacional de fútbol posee un narcisismo a prueba de balas, agrandado por la adoración que la gente tiene hacia él, y el cual es también autoabastecido por el propio Maradona. Se percibe siempre que habla con algún medio de prensa o cuando, por ejemplo, dio el discurso en la cancha de Boca, el día de su homenaje y despedida de la Selección como jugador. Esa tarde Diego afirmó que de ahí en adelante no importaba quien usara la camiseta número diez de la selección, que esa camiseta siempre iba a ser de él. Lo que en ese momento fue avalado por la AFA y todo el ambiente futbolístico de la Argentina, al retirar la “Diez” de todas las selecciones de fútbol. Luego del Mundial 2002 y por presión de la FIFA la casaca fue respuesta en todas las selecciones. No obstante, el nacido en Villa Fiorito persiste en dar cada paso, demostrando que es único, ataviado con ese instinto libertario de no dejarse gobernar por nadie. A tal punto llega su oposición a los cánones de la sociedad, que es capaz de escupir al piso cuando le nombran a su hijo italiano, dejando florecer su miseria humana más íntima y oscura.
Que Riquelme no me ensucie porque tengo más vestuario que él
Maradona es un personaje que aunque no tenga ningún dilema siempre se los está buscando, o trata de encontrar algún otro personaje para confrontar. Diego tiene esa capacidad de sentir, de recordar, de lanzarse hacia lo divino, hablando en el ámbito estrictamente futbolístico (o sea dentro de una cancha de fútbol). En el verde césped él fue capaz de realizar lo inimaginable con una simple pelota atada a su zurda. Supo formarse un estilo y técnica propia tanto en un campo de juego como fuera de él, de tal manera que se lo puede catalogar como un Dios del fútbol. Él solo ganó un Mundial, él solo en un equipo pobre y del sur de Italia ganó dos Scudettos, 1 Copa de Italia, 1 Supercopa y 1 Copa de la UEFA; y llevó a ese club y a esa ciudad (Nápoles) a lo más grande de la historia del fútbol mundial.
Diego posee esa imagen oscura (su fuerte adicción a la cocaína), caótica y demoníaca: basta recordar el incidente con los periodistas y el rifle de aire comprimido en su quinta de Moreno. La gente ama u odia al “Diego”, no hay intermedios, él mismo lo afirmó en la mencionada conferencia de prensa: Yo soy blanco o negro, gris no voy a ser en mi vida. Maradona posee el talento innato de los románticos, ese bien como don de la inspiración que llevaba a cabo en un partido. Hoy en día, que Maradona ya no juega, se puede entender como su arte le servia como una suerte de indemnización para consolar esas posibilidades irrealizables que él tenia. Diego estaba insertado en un contexto social que lo fue consumiendo y matando de a poco, es un enfermo por naturaleza, más allá de su problema con la droga, es un enfermo en el sentido que lleva a cuesta suyo la cruz del sufrimiento. Es la historia del chico que nació en la villa, nunca tuvo nada y a los 18 años empezó a tener el mundo a sus pies. Al igual que el gran ladrón del fuego, el héroe de la 10 robó todo lo que pudo, y así también lo pagó.
Podemos ver en Maradona al romántico poeta y genio creador de un universo propio, enfrentado al mundo de la razón y de las reglas. Los distintos dirigentes de fútbol que viajaron al Mundial pasado (Sudáfrica 2010), se quejaron luego de la eliminación argentina porque el Director Técnico no los dejaba entrar a los entrenamientos argumentando que ese era el espacio de los jugadores. Diego es inmanejable, incluso para si mismo y si no, basta ver la patética entrevista con Daniel Hadad en agosto de 2004.

Dios aparece, el hombre se anula
Maradona lleva consigo el dualismo entre la vida y la muerte, del bueno y del malo. Incluso se lo pudo ver jugar un partido homenaje y a las pocas semanas encontrarlo internado por problemas cardiacos en alguna clínica. Nace y muere al mismo tiempo, durante las eliminatorias para el último Mundial la prensa argentina lo asesinó. En cambio mientras Argentina ganaba sus primeros tres partidos en Sudáfrica con un excelente promedio de gol, lo pusieron una vez más en el pedestal dorado, aguardando su caída; la que finalmente llegó en el mal planteo táctico que el seleccionador realizó en el partido contra Alemania.
Dentro del fútbol Diego desvalorizó todo lo claro y duradero: rompió con el mito de Pelé, llevó a un equipo pobre a la riqueza más grande, ganó lo que todo amante de la número cinco sueña, quedó fuera por doping, pidió a gritos el banco de la Selección, lo consiguió, cayó, lloró, desapareció y ahora busca un regreso que seguramente tendrá esa cuota de hostilidad romántica que tanto lo caracteriza.

LA VIDA ES UNA TÓMBOLA
por Juan Pablo Manente
“¿Quién te crees que sos?... Maradona”, le gritaban al gordo Leo en el picado del barrio cuando intentaba eludir sin éxito a más de dos jugadores del equipo contrario. A quién no se lo han gritado alguna vez. Incluso en otros ámbitos de la vida que escapan a las maravillas futboleras. En los bailes, por ejemplo, en donde las promesas adolescentes de conquistar a más de una muchacha en la misma noche se disipaban a las cinco de la madrugada como las manos de Peter Shilton al tratar de atrapar la pelota que Diego empujó con el puño de su mano al fondo de la red. Siempre el término Maradona se asoció a la posibilidad de ir más allá de lo verosímil, de lo humanamente posible. Y eso es, en cierta medida, lo que busca expresar el film del cineasta serbio Emir Kusturica. Maradona, by Kusturica, es una obra narrada delicadamente por alguien que sin duda admira al astro futbolístico, pero sin dormirse en los laureles de las jugadas perfectas realizadas por Diego. En su película Kusturica muestra a un Maradona inconformista que enfrenta al poder (más allá de sus contradicciones) tanto en lo futbolístico como en lo político. Se puede escuchar al protagonista hablar del Che Guevara, de las injusticias cometidas por el imperio yanqui, y hasta de la Dictadura militar. Se lo verá en el tren del ALBA en 2005 viajando junto a Evo Morales, y apoyando el discurso de Hugo Chávez en el estadio mundialista de Mar del Plata.
Los Sex Pistols con su God save the queen, suenan de fondo para ilustrar los goles dibujados con la pierna izquierda del Diez. Durante noventa minutos el espectador podrá repasar los momentos más relevantes de su vida: desde el Diego “marciano”, así calificado por su hermano menor Lalo mientras el balón saltaba de pierna en pierna sin la más ínfima posibilidad de tocar las calles de tierra de Villa Fiorito, hasta la ambulancia que se alejaba por el asfalto porteño camino a la clínica Suizo Argentina para internar al futbolista más extraordinario de todos los tiempos. Maradona, by Kusturica muestra a un hombre caótico, reflexivo, sereno, descontrolado, es decir, a un oximoron viviente.

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