Ensayo/ discursos del Che


El Che Guevara y el movimiento obrero

El intento de este trabajo es desnudar el pensamiento medular y claro de uno de los revolucionarios más importantes que dejó la historia, para comprender nuestro pasado, entender el presente y el futuro que elijamos vivir.


por Elena Luz González Bazán

Desde el Ministerio de Industrias, lugar que no es elegido al azar, el Che transitó un intenso recorrido en el que se empapó de las condiciones de los trabajadores y de la industria que posteriormente intentó desarrollar en Cuba. Pero no fue el único ámbito, también lo hizo en otros lugares de mando o en el llano, con los trabajadores en general, en la relación de enseñanza y aprendizaje diario, en la labor y en el intercambio, lo cual se trasmitió a partir de la emulación y la revalorización de los obreros cañeros y de los trabajadores y campesinos. Guevara tiene entre sus obras conocidas una cantidad de discursos y ponencias relacionadas con el desarrollo industrial: el 7 de febrero de 1960 habló a los trabajadores de la industria textil, el 20 de mayo de ese mismo año dio un discurso en la inauguración de la exposición industrial en Ferrocarril. Y finalmente el 14 de junio formuló una larga y reflexiva disertación a la clase obrera. Por otra parte, el 22 de febrero de 1961 el trabajo voluntario, los estímulos morales y materiales surgen en su discurso a los obreros destacados, tema que desarrolló profundamente en el Encuentro Nacional Azucarero, Santa Clara, el 28 de marzo del año en cuestión



Hablando a los obreros azucareros
El 28 de marzo de 1961, en Santa Clara, el Che ofreció un discurso en el Encuentro Nacional Azucarero. Se dirigió a rostros curtidos por el trabajo y tostados por el sol, con manos callosas de empuñar las armas de la producción, que son los machetes con los que desbrozaban la caña de azúcar. En esa asamblea de obreros y administradores de la producción azucarera les habla afirmando que son lo más puro y lo más odiado y combatido de un pueblo que supo conquistar su independencia: “Nosotros elegimos el sector azucarero para empezar las emulaciones que deben realizarse en todos los sectores industriales”.

En Cuba el azúcar es sinónimo de monocultivo, la caña de azúcar condicionaba la vida antes de la Revolución. Afirmaba el Che: “Sin azúcar no hay país, decían antes, es una forma pesimista de expresar la dependencia que tenía Cuba frente a los poderes imperiales”, concluía.
Los estímulos morales y materiales de Guevara nos hablan de la practicidad respecto del trabajo voluntario, y comprender las necesidades y problemáticas de los obreros cañeros cubanos. Argumentaba: “Hemos tratado de premiar con lo poco que puede ofrecer este gobierno de cosas materiales, y con lo mucho que puede ofrecer de estímulos morales a nuestro pueblo”. Y agregaba: “… hemos tratado de dar pequeños estímulos, insignificantes para el esfuerzo del pueblo, pero es lo que el gobierno puede y debe dar en este momento, porque cada estímulo material, cada poco de dinero que se distrae del producto común para premiar a una persona individual, es una fuente de trabajo que se está dejando de crear, es un hombre que no puede trabajar y nuestra misión fundamental, en esta primera etapa, es abolir definitivamente y totalmente el desempleo en Cuba”.

Y luego refleja en aquella alocución, sintetizando la realidad de esos dos años, como los trabajadores cañeros emulan y discuten, porque estos obreros son los hijos de la masa campesina, y de lo que se sienten orgullosos es de su habilidad con el machete, para cortar y recoger la caña en menos horas. A esto se le puede llamar Cultura del Trabajo, amor a la tarea, ser el mejor trabajador, enseñar a los que vienen, a esos aprendices a los cuales hay que formar para que sean buenos trabajadores, mejores compañeros, solidarios; eso es lo que busca mostrar el discurso guevarista y su práctica.

En ese mismo discurso el Che hizo hincapié en la lucha que impone el imperialismo cuando no puede destruir a los pueblos; siembra el descontento, el miedo, las divisiones entre el color de piel, entre los que creen y no creen, la división entre la ciudad y el campo, y entre el obrero y el campesino.
Este discurso es una pieza sobre la economía cubana, y en él refleja la problemática que debió vivir el pueblo en su conjunto, el problema de las exportaciones e importaciones, con una balanza favorable a Estados Unidos y a sus corporaciones. Luego hará énfasis en el bloqueo descarnado por parte de los países imperiales, donde la política tiene preeminencia sobre los objetivos económicos, pero en este caso se palpa el objetivo a largo plazo: la destrucción de Cuba.

Aquí el Che sostuvo la importancia del papel liberador de los pueblos trabajadores, motivo por el que se debía avanzar codo con codo con “los mineros de Chile, los obreros de los frigoríficos de Argentina, los trabajadores del café en Brasil, con los macheteros paraguayos, los mineros bolivianos y algodoneros del Perú, los agrícolas de Ecuador, con los indómitos llaneros de Colombia y los petroleros venezolanos, los obreros del Canal de Panamá, y de la United Fruit en Costa Rica, Honduras y Guatemala, los algodoneros nicaragüenses, con los ferrocarrileros de México, y con lo más puro de la clase obrera norteamericana, con el objetivo de destruir definitivamente al imperialismo”.
Admirador de José Martí, lo tomaba y citaba en sus alocuciones, en Punta del Este en la Quinta Sesión Plenaria del Consejo Interamericano Económico y Social, el 8 de agosto de 1961 sostenía: “Quien dice unión económica, dice unión política. El pueblo que compra manda, el pueblo que vende sirve; hay que equilibrar el comercio para asegurar la libertad (…) cuando un pueblo fuerte da de comer a otro se sirve de él…”.
El 21 de diciembre de 1962, en el acto de graduación de la escuela Patricio Lumumba señalaba: “Hay libertad cuando todo el mundo empieza a comprender que tiene que ceder una serie de cosas para poder vivir mejor en la sociedad nueva, es decir, es una tarea de conciencia (…) hay que satisfacer las necesidades de nuestro pueblo, estar íntimamente ligado a él en cada momento de la vida”.
En su discurso dirigido a la clase obrera un 14 de junio de 1960, a un año y medio de la toma del poder, el Che sostenía que la Revolución era una revolución popular, porque la voluntad del pueblo lo había determinado. Ahí dejaba en claro que el camino emprendido de la industrialización, que significaba el camino del bienestar colectivo, en medio de la era de los imperios económicos, no era un camino sencillo. En realidad era un camino muy difícil.

En otro tramo fuerte del razonamiento explicaba que había que practicar la verdad, la verdad entre revolucionarios. En este sentido desnudó que había fuertes diferencias en el seno del movimiento obrero, que la revolución se asentaba sobre la masa campesina, y que muchos obreros como los cañeros trabajaban tres meses al año y, el resto del año, se morían de hambre. Otros en cambio trabajaban todo el año con salarios muy superiores, todo provocado para lograr la división de la clase obrera. Igualmente afirmaba que otro de los problemas que se trasmitían a la vida revolucionaria era la línea de entreguistas, los que adscribían al mujalismo (línea política establecida por Eusebio Mujal Barniol, secretario General de la Central Sindical Cubana, antes del triunfo revolucionario en 1959), aliados de Batista, quienes sembraron profundas divisiones en el seno del movimiento obrero.

Guevara señalaba críticamente: “El obrero tiene que ir a venderse como cosa que trabaja en competencia con el obrero de al lado que también tiene hambre, y que también se vende. Y el capitalista está aquí simplemente comprando la mercancía más baja; hay uno que tiene más hambre, o es más débil que los demás, o traiciona los intereses de su clase, y claudica. Ese es el que viene a trabajar, ese es el privilegiado, y el que ya está marcando el rasero para que todos los demás tengan que venir detrás de él a aceptar esas condiciones”.
El Che hablaba a una clase obrera que había comenzado a transitar el destino revolucionario, y resulta claro sus comparaciones entre lo anterior, aquello que se debía cambiar, y el futuro por venir: la producción y el ahorro: “Producir y ahorrar son las bases del desarrollo económico. Producir y ahorrar, lo vuelvo a repetir, para beneficio de los obreros”. Y agregaba: “No se puede llamar a nadie a que haga sacrificios, a que ponga más atención, a que ponga más capacidad de trabajo en cada minuto, para que eso se transforme en mayor riqueza para otro”.

Para aquellos que miraron deformadamente la acción y pensamiento del Che, vale este discurso, y otros tantos donde este argentino les habla a los trabajadores de todos los espacios cubanos. No como un intelectual elitista, sino como uno más del pueblo. Donde producción es el trabajo diario, el estudio, la capacitación permanente, y el fusil sirve para la defensa ante el imperialismo. Hay en Guevara un trabajo y un estímulo, la moral prefijada en los valores humanos, el material para incentivar y también para concienciar que cada cosa material dada individualmente le quita a otro hermano la posibilidad de su propia subsistencia. Todos los discursos del Che terminaban con ovaciones, los años sin su voz nos dejan sus ideas. Esa ovación era para agradecer los principios por los que vivió, lucho, sufrió, se equivocó, acertó y murió. Depende de cada uno de nosotros ser capaces de tener alguno de sus errores para empezar a caminar por sus aciertos.



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