ENSAYO/ Nietzsche

Un acercamiento a la culpa, la política y la voluntad de poder

Yo tengo el poder

Un autor maldito como pocos, Nietzsche condensa en su figura las posibilidades de cambio que implican el hacerse cargo y responsable de nuestro propio destino. A través de su lectura, invita a cuestionar y problematizar la moralidad que nos condiciona día a día.

por Agustín Zeoli y David Eichenbronner

Nacido en el seno de una familia alemana religiosa en el año 1844, Friedrich Nietzsche comienza a plantearse cuestiones al margen de la problemáticas filosóficas predominantes de su época. El interés por el propio problema de su contexto - como hombre - lo encuentra frente a frente con la lucha terrenal que es consecuente con la teorización acerca de la voluntad de poder y la superación del hombre para convertirse en ese superhombre de tantas y polémicas formas interpretado. Nietzsche encuentra en la culpa el motor del pensamiento religioso. Y entiende aquella deuda permanente con quien se ha sacrificado por todos como una vía de escape al pensamiento trascendental que predica con argumentos holgazanes de contenido esencialista.

En Nietzsche comienza a prevalecer el pensar en planos de inmanencia y despojar de toda metafísica el origen del hombre y la continuidad de sus acciones. Allí critica tanto los postulados platónicos como hegelianos, y plantea una nueva forma metodológica de análisis, nuevas preguntas que ya no recaerán en el ¿De dónde vengo?, o ¿Hacia donde voy? La pregunta será: ¿Cómo me estoy haciendo?, irrupción enorme que destaca ni más ni menos el fundamento humano como una procedencia de una emergencia, de prácticas, de hechos, de accidentes históricos puestos irremediablemente en tensión.

Para intentar comprender el pensamiento nietzscheano, es pertinente contextualizar contra quienes estaba discutiendo al momento de desarrollar sus ideas. Su trayectoria académica lo involucra en un primer momento como profesor en la Universidad de Basilea, donde se convierte en el filólogo más joven de esa institución. Más tarde tendrá un acercamiento a Richard Wagner, quién lo influenciará notoriamente, aunque esto no evitará su ruptura posterior con la filosofía de aquel. A medida que transcurre su vida, y luego de haber formado parte del bando prusiano frente a Francia, su paso por el campo de batalla le ocasionará severas secuelas físicas que también le traerán intensos traumas psíquicos. En el último cuarto de vida Nietzsche se hallará vagando entre distintas ciudades europeas y viviendo a costa de su jubilación de profesor. Se fue refugiando en sus libros, alejándose de los círculos académicos y dedicándose a una prolífica tarea de escritor y pensador de la sociedad de su tiempo. Su enfermedad se agudizó, lo que lo volvió más hermético e hizo alejar (aún más) de sus íntimos. A pesar de que sus escritos habían dejado de ser leídos con asiduidad en Alemania, nunca dejó de polemizar a través de variadas correspondencias con otros intelectuales de la época. Sus últimos años lo encontraron sumido en profundos trastornos psíquicos. Postrado a una cama finalmente muere y será su hermana (de reconocida militancia antisemita) la encargada de reorganizar y publicar su obra.

Nihilismo y cristianismo

Muchas de las concepciones filosóficas de Nietzsche provocaron grandes discusiones durante el siglo XX. Entre las principales ideas subyace que el nihilismo, como resultado de la negación de todos los valores vigentes, es el resultado de la duda y la desorientación. El nihilismo como autoafirmación de esa negación inicial: es el momento de la reflexión de la razón. Esta es la base sobre la que ha de construirse, según Nietzsche, la nueva filosofía. En el mismo sentido, otra de las ideas que ha defendido con mayor vehemencia, es que los valores tradicionales representados por el cristianismo someten a las personas más débiles a una "moralidad esclava", que no provocan en ellos más que un estado de resignación y conformismo hacia todo lo que sucede a su alrededor. Para él, esos valores tienen que desaparecer para que aparezcan otros nuevos que representen su prototipo de hombre ideal, al que él mismo llamó superhombre. Según Nietzsche, “ese superhombre es seguro, independiente e individualista, y no se deja llevar por la multitud; al contrario de las personas débiles, que sólo se dejan llevar por las tradiciones y las reglas establecidas”.

Particularmente resalta la relación entre los señores y los esclavos, que han dado distinto sentido a la moral. Mientras los señores manifiestan como bueno al fuerte, dominador y poderoso, la moral de los esclavos nace de los oprimidos, débiles y comienza por condenar los valores y las cualidades de los poderosos ¿Qué consecuencia encuentra entonces? Cristalizada la gloria de los señores, denigrada su posición frente a los esclavos, los mismos decretan como buenas sus cualidades como débiles (siempre contrastando con el dominio tirano del señor). Allí surge la compasión, el servicio, la paciencia y la humildad. Características propias del cristianismo. Genera una moral que haga más llevadera su condición.

Freud, Deleuze y Foucault

Entre los pensadores que han retomado concepciones nietzscheanas, quizás sea Freud quien tome la posta en un primer momento. Desde su marco psicoanalítico investiga la génesis de la conciencia de culpa. Allí articula su construcción en el límite, donde conviven todos aquellos mandatos, herencia de la compleja relación Edípica, junto con las concesiones pulsionales que toda persona debe realizar para formar parte de un grupo social, aquello que le da entrada como perteneciente a una cultura, al malestar en la cultura. Desarrollo que tal vez sea uno de los puntos nodales en los que Freud encuentra algún tipo de respuesta en la construcción social del individuo. Conciencia de culpa, conciencia moral, algo que con el paso del tiempo sigue estando presente en los contextos que habitamos pero que difícilmente se lo aborde desde variantes ajenas al campo psi, como ejes de la vida política y filosófica de nuestros tiempos.

Recién en los años setenta surgen con visibilidad dos grandes exponentes del pensamiento (¿Post?) moderno quienes desempolvan con una mirada analítica y crítica las ideas de Frederich Nietzsche. Deleuze y Foucault desde diversos ángulos arriban a instancias que fundamentan el pensar en redes de complejidad que observan críticamente el estado de equilibrio entre las fuerzas. Deleuze con su estado sísmico, pensamiento rizomático, Foucault desde su microfísica del poder, estudiando los efectos de las prácticas, el paso de la dialéctica a la estrategia.

¿Qué podemos decir si tomamos la lectura de Nietzsche como una lente para observar la vida política? Ante todo inmanentizar el poder como una relación política entre más de uno, quizás un análisis que figurativamente podría plantearse de abajo hacia arriba y no al revés, donde el concepto es el punto de llegada y no el de partida. Definición que contrasta con la filosofía platónica y hegeliana, que comparten con la estructura de pensamiento religioso ese rasgo trascendental. Si entonces se hace base en este plano, no podría pensarse la vida política, como un instructivo dogmático, sea de la alineación que sea. Y es en estas zonas donde se hieren sensibilidades ideológicas cuando se las enfrenta con su conciencia moral teñida de valores morales. Allí según Nietzsche habría que abrir un campo de lucha contra la culpa, aquello que anula las fuerzas de los hombres y acalla sus voluntades de poder. Dejar todo para la providencia, no pensar en términos de las prácticas como vida, fuerza, poder. Negar las fuerzas del hombre es caer en la decadencia cristiana dice Nietzsche.

Pensar políticamente significaría obrar sin deudas. Deleuze lo ha esbozado ya: no hace falta estar triste para ser militante. Seguramente le cabe mejor este postulado a determinados sectores de izquierda que abusan de sobreactuaciones e imposturas en pos de sostener una imagen impoluta que se contradice con la materialidad de la vida.

En esto las derechas generalmente no son tan exigentes, y quizás por ese motivo disputan como protagonistas el campo político ya desde hace varias décadas. Estas palabras resuenan provocadoras, y ese es el quid de la cuestión cuando de leer a Nietzsche se trata. Es el legado que también Foucault supo dejar. De hecho la vida política de Michel Foucault estuvo signada por constantes acusaciones, tanto desde el campo marxista, como desde el conservadorismo de su época.

Si existe un rasgo que identifique a Nietzsche y que comparta con sus discípulos a lo largo de la historia, ese es el del trabajo genealógico. Y ello no es un dato menor, muy por el contrario, resume tanto el pensar como el obrar:

...¿si el genealogista se ocupa de escuchar la historia mas que de alimentar la fe en la metafísica, qué es lo que se aprende? Que detrás de las cosas existe algo muy distinto: “...en absoluto su secreto esencial y sin fechas, sino el secreto de que carecen de esencias, o que su esencia fue construida pieza por pieza a partir de figuras que le eran extrañas ¿La razón? Pero ésta nació de un modo perfectamente razonable, del azar (cit. Nietzsche, la genealogía, la historia, en Microfísica del poder, M. Foucault).

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