INVESTIGACIÓN / pueblos originarios


Preparando el terreno para la represión: Despliegue policial contra el pueblo mapuche.

Los escenarios en los que se ha sostenido la disputa cultural y territorial del Estado argentino y el pueblo mapuche han ido variando en el tiempo y en el espacio. Desde el genocidio de la Conquista del Desierto hasta la militarización de las parcelas en las que habitan las comunidades mapuches en la actualidad, pasando por la ignominia de la exhibición de elementos de la cultura indígena en los museos. A las comunidades mapuches de la Patagonia argentino-chilena se les sigue aplicando la lógica de la guerra: hostigamiento y represión. Aunque algunos rasgos de la estrategia represiva empleada se han vuelto mas sutiles y sofisticados con el paso de las décadas, la maquinaria que aguarda la respuesta del “enemigo indígena” es aun más brutal y con visibles gestos de xenofobia.

En el caso de Chile, el estado se ahorra sutilezas y aplica desde los tiempos de la dictadura de Augusto Pinochet la ley antiterrorista contra las comunidades mapuches que reivindican su derecho sobre la tierra en el sur del país. Los sucesivos gobiernos democráticos, supuestamente progresistas, no mostraron ningún interés en revisar esta situación. De este lado de la cordillera el escenario se asemeja peligrosamente: distintos actores vinculados al poder económico y político comenzaron a desplegar un discurso que busca enturbiar los reclamos territoriales de las comunidades mapuches, asociándolas con grupos terroristas tan dispares y lejanos entre sí como ETA y las FARC. Aunque suene absurdo a los oídos atentos, este planteo persigue un objetivo concreto: legitimar ante la opinión pública el uso de la fuerza contra la resistencia indígena y la aplicación de la ley antiterrorista en nuestro país.

por Lautaro Gimenez

UNA MIRADA AL SUR

Los conflictos territoriales de las comunidades mapuches y tehuelches en territorio argentino se suceden hace décadas en las provincias patagónicas de Neuquén, Río Negro, y en menor medida Chubut. Sin embargo, hace algunos años, con el auge minero, inmobiliario y turístico de toda la región patagónica, la situación tomó un nuevo cariz. Motorizados por intereses económicos privados, los desalojos en territorios en conflicto se multiplicaron. Asimismo, nuevas generaciones mapuches fueron relevando a las autoridades comunitarias e iniciaron una activa estrategia de defensa de sus derechos. Así tomaron fuerza organizaciones como la Confederación Mapuche de Neuquén, la cual reúne a 56 comunidades de dicha provincia, contando cerca de 100 mil mapuches entre zonas rurales y urbanas; o el Parlamento Mapuche, en la vecina Río Negro, que representa a 122 comunidades asentadas en territorio provincial. Estas dos organizaciones decidieron, al calor de los conflictos con que se inició el presente año, formar un frente común para dar fuerza a los múltiples reclamos comunitarios y avanzar en una estrategia conjunta. De esta manera las organizaciones pretenden establecer un contrapeso para frenar los atropellos del poder económico y político contra los pueblos originarios, dando un paso de alto valor simbólico en la reconfiguración de la identidad mapuche.

PARA MUESTRA BASTA UN BOTON: LOF PAICIL ANTRIAO

En años anteriores fue la comunidad mapuche-tehuelche Santa Rosa la que consiguió atraer las miradas de la opinión pública. Su disputa judicial con el empresario y estanciero italiano Luciano Benetton puso en evidencia el complejo entramado establecido entre funcionarios estatales y los intereses económicos privados. Hoy puede decirse que ese turbio lugar lo ocupa la comunidad Paicil Antriao, asentada en las laderas del cerro Belvedere, en Villa La Angostura. Siguiendo la evolución que ha tenido en los últimos meses este conflicto puede observarse el modo conjunto en que actúan los actores políticos regionales, los medios de comunicación y las fuerzas policiales.

Decididos a romper el cerco mediático establecido por el gobierno y los grandes medios de la región, la comunidad invitó a periodistas y comunicadores para dar cuenta de su difícil situación. Durante la visita recorrimos un lugar de imponente belleza natural y conocimos la realidad de una comunidad que con mínimos medios intenta resistir al atropello policial, el silencio de los jueces regionales y la manifiesta hostilidad de los funcionarios del gobierno provincial.

Alrededor de veinte familias son parte del Lof Paicil Antriao, el cual tiene su origen en el asentamiento en la región de Ignacio Antriao, allá por el año 1872. Según lo confirma el historiador Yayo de Mendieta en su libro “Una aldea de montaña”, tanto el Gobierno Nacional, en 1902, como el Concejo Deliberante de Villa La Angostura, en 1993, reconocieron la histórica pertenencia del territorio a la comunidad mapuche. Sobre la parcela original entregada por el gobierno nacional, que consistía en unas 600 hectáreas, hoy se erige el ejido urbano de Villa La Angostura. Lo que está en conflicto en la actualidad son las 200 hectáreas del Cerro Belvedere en las que habita la comunidad.

Lo primero que se ve mientras se asciende por la calle Cacique Antriao, que lleva a las tierras comunitarias, es un puesto de la policía neuquina. Algunos metros más arriba reza un cartel: “Propiedad privada, Plan de vivienda mutual policial”. El gobierno neuquino, en un gesto de confrontación directa, otorgó tierras que la comunidad reclama como propias a la mutual policial. Con esta dadiva se aseguró dos elementos substanciales en su estrategia de desalojo: un puesto donde controlar permanentemente los movimientos en el cerro y, lo más importante, el férreo apoyo de la fuerza.

Algunos cientos de metros más arriba, el empresario estadounidense William Fisher, quien forzó el desalojo de Yenni Altamirano el pasado 2 de diciembre, mantiene la tierra alambrada y bajo la celosa custodia de la policía especial neuquina.

Mientras nos muestra las balas de goma disparadas por la policía en aquel enfrentamiento, Doña Rosa, descendiente de Paicil, nos cuenta: “Estamos acá y el resto está asentado sobre el pueblo de Villa La Angostura, que es parte del territorio, y… obviamente de eso no se pide nada porque ya es imposible hablar… lo que nosotros pedimos son las partes que están desocupadas todavía en donde el mapuche pueda vivir en esas tierras,… que eso lo dejen como es esto. ¿Y hoy en día qué pasa? Por un lado, por una sentencia firme que quedó desde el 2007 fue reintegrada esa tierra al privado; no es solamente lo que se le entrega sino que al mapuche se le va achicando el territorio.”

Al recorrer el sitio donde tuvo lugar el desalojo de Altamirano observamos a la policía neuquina cómodamente instalada en las instalaciones de William Fischer. Las fuerzas del “orden” custodiaban los intereses privados extranjeros con una naturalidad flagrante. Incluso fuimos interceptados por un par de uniformados que nos martillaron sus armas largas y formularon preguntas con la clara intención de amedrentarnos.

Recordando los hechos ocurridos en diciembre, la Inan Lonko –segunda en la jerarquía de la comunidad- Amandina Gutiérrez nos dice: “Nosotros veníamos de la Fiscalía, donde fuimos a hacer la denuncia por los disparos que se escuchaban en la noche y al subir nos encontramos con los policías que nos dijeron que levantáramos las manos”.

A lo que Doña Rosa agregó que “ni la policía, ni la fiscalía toma las denuncias de nosotros ni tampoco de turistas, porque ellos también sufrieron maltrato de la policía.”

AHOGO

Así se fue estableciendo el cerco alrededor de la comunidad. Un cerco que incluye a la policía, a jueces y fiscales, a funcionarios públicos y también a los más grandes medios regionales. El diario Río Negro, por ejemplo, notifica primero el testimonio de los ministros neuquinos y hace con éstos sus titulares. Luego vienen las declaraciones de los jefes policiales y por último la versión mapuche. Tal es así que ha recogido versiones “extraoficiales” de bombas molotov que nunca son arrojadas, de infiltrados, haciendo un fuerte hincapié en las pedradas con que se defienden los mapuches y de los “encapuchados” que están entre ellos. Todo termino que sea cercano al concepto de “terrorismo” es repetido y ampliado con esmero pero nada se dice allí de las persecuciones que han sufrido varios mapuches por los senderos del cerro o de las armas largas y de gran calibre con que cuentan las fuerzas de policía especial asentadas en las tierras comunitarias.

Esta dura situación alrededor de la comunidad ha tornado muy difícil la vida para los mapuches. Los niños no quieren bajar a las escuelas, las mujeres tienen temor de quedarse solas en la noche. Todo movimiento está controlado y los frentes judiciales se van abriendo por distintos sectores.

A esto se suma la voz del gobernador Jorge Sapag, quien niega con tenacidad la situación del Lof Paicil Antriao y la de su hermano Carlos, que vinculaba al movimiento mapuche con ETA y las FARC. Si a este complicado panorama añadimos la decisión de los jóvenes mapuches de resistir con firmeza los desalojos que vendrán, nos encontramos ante un cuadro que promete una creciente violencia producto de este montaje represivo que parece ansioso por entrar en acción.


UNA BATALLA REPETIDA

El lof Paicil Antriao es solo una de las tantas comunidades en conflicto, pero la estrategia desplegada por los paladines del poder económico y político es la misma cada vez. Esto mismo puede observarse en Villa Pehuenia, en San Carlos de Bariloche, en El Bolsón, en San Martín de Los Andes, entre otras localidades patagónicas. De no modificarse ningún aspecto en la actitud de los gobiernos regionales, o del poder judicial, la situación puede ingresar en situaciones sin retorno. La estigmatización del pueblo mapuche sigue su marcha.


33 DIAS EN EL QUECHEYEN

por Azul Gelman

Dos nenas de no más de seis años corretean con decenas de perros, bueyes y caballos que beben agua del lago. Es la primera imagen que regala este lugar. Una mujer se asoma desde la casita de la entrada e invita a pasar “acomoden nomás las carpas, que después vienen mis hijas y hablan con ellas”. La señora es Margarita Calfuqueo Puel y sus hijas son Nancy y María que junto a Alejandro y Cristian, son cuatro de los nueve hermanos que conforman el lof Calfuqueo Puel. Actualmente, las hermanas administran durante el verano el camping de los Quecheyen en el KM 13,5 sobre la Ruta provincial 13 dentro del paraje La Angostura (a pocos metros de la entrada a Villa Pehuenia y a dos kilómetros de su centro comercial). En el invierno suben al Bathea Mahuida, el parque de nieve donde parte de la elite neuquina acostumbra ir a esquiar. Alejandro y Cristian por su parte las ayudan en el mantenimiento del predio y a agitar las aguas del reclamo territorial por las cinco hectáreas en proceso de recuperación.

DEDO PULGAR, TINTA Y BUROCRACIA

Dentro del departamento de Aluminé, conformado por Moquehue, Villa Pehuenia, Aluminé y Ñorquinco existen y coexisten las comunidades-Lof mapuche: lof Puel, lof Catalán (ubicados en el paraje Lonco Luán) y lof Plácido Puel (a quienes tras diez años de disputa por sus tierras y varios gobiernos provinciales de turno aún hoy no se los reconoce como comunidad).

El Lof Calfuqueo Puel, originario de la ciudad de Azul (provincia de Buenos Aires), fue desplazado tras la Conquista del Desierto por lo que, cruzando la Cordillera de los Andes, se instalaron en Chile. Tiempo después, nuevamente cordillera de por medio, cruzaron para situarse en Neuquén, más precisamente en lo que hoy se conoce como Villa Pehuenia y el Paraje La Angostura.

Comunidad fundada por el lonko-cacique José Miguel Puel, tras fallecer éste, se designa a Olegario Puel y luego al actual lonko Don Vicente Puel. A quien los integrantes más jóvenes de la comunidad señalan como el responsable de entregar buena parte de la tierra al gobierno de la provincia (por entonces gobernador Felipe Sapag). En 1995, en plena presidencia menemista y recientemente reconocida la pre-existencia de los pueblos originarios a nivel constitucional, les quitaron sus cinco hectáreas de tierras para hacer, en teoría, un camping municipal (pero libre en la práctica). Los Calfuqueo Puel se encontraron con un enrejado que llegó hasta el patio de su casa y con los papeles que certificaban al terreno como fiscal. Medida que debieron aceptar luego de ver la firma del lonko quien, presionado por el gobierno neuquino, otorgó las tierras. También apareció en el papel el nombre de la madre de lonko. Se supo más tarde que la mujer analfabeta fue obligada a firmar, utilizando para ello sus huellas digitales.

HACIENDO DËNGUN

Tras ver como el terreno se lo pasaban unos a otros entre empresarios, sin cuidados y en vías de transformarlo en tierra de nadie como basural, la comunidad comenzó su reclamo. Hubo notas, cartas e incluso reuniones cara a cara con el intendente de la comuna, Mauro del Castillo. En aquel momento, Alejandro Calfuqueo Puel, era concejal y tuvo la oportunidad de plantear ante las autoridades la problemática que estaban atravesando con sus terrenos. "Digamos que pude estar un tiempo peleándola desde adentro. Hasta que vinieron las elecciones y me desplazaron del cargo", señala Alejandro.

Vinieron las elecciones y también los "ruidos molestos" para el intendente y sus nuevos compañeros de fórmula. Fue Alejandro y los demás integrantes de la agrupación mapuche que conformaron la comisión directiva que continuó con los reclamos. Así llegaron las reiteradas visitas de las fuerzas policiales de la localidad para desalojarlos de sus tierras (además de las visitas del propio intendente para vislumbrar la forma de "negociar el problema"). Dicho problema es simple a primera vista, pero difícil de defender sobre todo cuando durante largo tiempo se mantuvo en silencio por miedo y desconocimiento del huinca/ hombre blanco y su tipo de sociedad. Sin embargo, esto es lo que el espíritu joven de las comunidades intenta demostrar activamente (eso que los mayores no supieron o no pudieron hacer en el pasado): el poder de reivindicar sus derechos y defenderse ante las injusticias de desplazamiento y destierro. No es casualidad que los integrantes más jóvenes de las familias que logran terminar sus estudios secundarios vayan a las ciudades más cercanas para estudiar en la universidad la carrera que eligen por excelencia: Derecho Judicial.

No obstante, en la actualidad ya han recuperado una parte de las tierras en cuestión, incluso algunas han sido ocupadas y trabajadas por la comunidad Calfuqueo Puel. Pero aún no poseen los papeles legales que lo certifiquen. Papeles y burocracia que depende pura y exclusivamente del gobierno provincial.

DE LA ALDEA DE MONTAÑA Y OTROS CUENTOS

El proyecto originario de las nuevas autoridades de la Villa era el de hacer una aldea de montaña, esto quiere decir respetar la tradición del lugar y de sus habitantes, con pequeñas reformas pero siempre manteniendo sus orígenes. Creado el municipio en 2004, simplemente esto no se respetó y tanto el Paraje La Angostura como Villa Pehuenia van en camino a convertirse en otro gran centro turístico del sur argentino para la opulencia burguesa: "Al crecer tan de golpe, las autoridades se desdicen de lo que nos plantearon en un principio. Están construyendo cabañas, hosterias, de todo por todos lados. Y esto sin tener en cuenta o pensar en las consecuencias", objeta Alejandro.

Vale remarcar que la zona se encuentra rodeada por el Lago Aluminé, en el paraje La Angostura. En “El puente” convergen el lago con el Río Aluminé y más al sur el Lago Moquehue. Aguas puras, limpias, vírgenes, que podrían terminar tan contaminadas como viene sucediendo con más de una fuente de agua en nuestro país (claro ejemplo: el lago Lacar en San Martín de los Andes, Neuquén).

Otras consecuencias probables que señala Alejandro, además de la contaminación ambiental en general, del crecimiento desmedido y del poco respeto de los turistas y muchos de los nuevos habitantes, es el de la desigualdad en la distribución de los terrenos: "Hay turistas que llegan de vacaciones, tienen plata, entonces consiguen un terreno que les gustó, piden el permiso y se lo dan. Enseguida empiezan a construir y se instalan. Lo que no se entiende es cómo nosotros estamos hace años a la espera de los papeles que constaten que esta tierra que pisamos nos pertenece".

Actualmente los Calfuqueo Puel son setenta familias que viven y trabajan en la zona. Se interiorizan e informan acerca de la situación de otras comunidades mapuches a lo largo y ancho del país. Es una de las tantas formas de disputar, reclamar, y luchar por lo que es de ellos. Desde sus tierras vírgenes, dignas de conocer, hasta la administración del cerro que contempla el volcán Batea Mahuida pertenecen a la comunidad y a sus familias; pero también a toda aquella persona que desee sumergirse en estos paisajes, terrenos agrestes sin una pizca de aire impuro; aguas cristalinas rodeadas de pehuenes que amparan de la lluvia y brindan enorme sombra luego de una larga caminata bajo el antü-sol; y los sublimes árboles dadores del proteico pinón que supieron (y saben) alimentar a los lugareños durante tanto tiempo.

Los nativos continúan la lucha con una premisa quizás un tanto benévola "lo que está ocupado ya está; pero el territorio que se encuentra libre que quede para la comunidad”. Y agregan: “La idea es que coexistamos todos, juntos y mezclados. Buscando la integración pero por sobre todas las cosas que nadie se sienta extranjero en su propia tierra”.

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