HISTORIA DE VIDA / Daniel Pérez Acosta


Poesía Muda, pintura Ciega

Nació en un barrio humilde de San José, Uruguay. Su abuela llegó como esclava a Montevideo proveniente de África central. Entre danza, teatro y dibujo, Daniel Perez Acosta comenzó a temprana edad lo que el mismo define como su obra, que no se restringe a una en particular, sino a una senda que atraviesa toda su vida. Casi medio siglo después, habla de sus proyectos, discusiones con la academia y su modo de vivir en el arte.

por Nadia Brezinski y Agustín Zeoli

“Para mi el arte es un proyecto de vida”, la frase de Daniel Pérez Acosta sintetiza su manera de conjugar vocación, trabajo y su amplia concepción de cómo el arte suscita la creación, el hacer, una poiésis donde el espíritu lúdico y la disciplina del trabajo conviven armoniosamente.

Bordeando los cincuenta años, Pérez Acosta ha recorrido un largo camino a ambas orillas del Río de la Plata. De verba encendida, rasgos afro y humor afable, su trayectoria artística y personal invita a sumergirse en una coctelera de prostitutas, danzas y jazz.

“La tela en blanco me erotiza, es como la botella de alcohol para el alcohólico”, afirma sujetando un mate entre sus manos, mientras observa fijamente a los ojos a sus interlocutores.

¿Cómo fue tu primer acercamiento al arte en general?

En mi caso, se dio de manera natural, en casa siempre hubo música y bailes. Con mis hermanos nos juntábamos a hacer presentaciones para toda la familia, nos disfrazábamos y hacíamos radio. Creo que la ironía del teatro y la abstracción del dibujo te alejaban de la pobreza inmediata y la discriminación racial. Comencé haciendo retratos y desnudos de prostitutas que vivían en mi barrio. En ese momento había cursos de pintura en el museo de San José. En uno de esos cursos me pidieron que haga una naturaleza muerta y terminaron pidiéndome que de clases y que haga algo creativo; una muestra. Pero yo no tenía ni taller, entonces la junta directiva, se reunió y me prestaron el altillo del museo. Poco a poco me convertí en el niño mimado de ahí: leía y pintaba, además de ocuparme de la diapoteca, hasta que comenzaron los tira y afloje y finalmente las contradicciones con la directiva del museo.

¿Cuáles fueron los principales motivos de discordia?

Yo no había estudiado, no admiraba a Torres Garcia (nde: uno de los artistas plásticos más reconocidos de Uruguay) y no estaba de acuerdo con los modos de enseñanza de esa institución: mucha distancia entre el docente y el alumno, un modo donde el profesor es el centro del saber y el estudiante es una tabla rasa. Yo no creo que el arte deba enseñarse así.

Tuve una experiencia trabajando en escuelas en Uruguay y me querían matar (risas). Pienso que en la escuela no se educa para la libertad. Yo sacaba con los chicos los bancos fuera de las aulas, pintábamos en el piso. Creo que es mejor darle aun chico las herramientas y que él solito vaya encontrando su camino. Lo que hay que hacer en el caso de los jóvenes es sacarles esa mochila que cargan de la escuela y de la exigencia de si mismos, hay que volver al juego, a reírse, a lo absurdo y trabajar sin que todo eso que tenemos en la mente se convierta en una traba.

Perez Acosta no duda en plantear que el verdadero artista siempre será un inadaptado, un rebelde que no puede encajar en los cánones de la educación curricular.

Volver a pensar la cultura popular como reflejo de lo que solo un grupo de iluminados puede comprender parece un anacronismo si se observa su pintura y se percibe la sutileza con la que enmarca y describe escenarios y personajes: la herencia africana brota en cada pincelada, la energía de los colores, la música y el baile, así como los cuerpos negros y regordetes, casi grotescos, sin duda alguna, sale de la pintura tradicional que enseñaban en el museo. Perez Acosta conserva la sencillez y la naturalidad sin caer en lo que Fito Paez llamaría la parodia del artista: “me fui del Museo discrepando con varios de los viejos maestros que allí daban clases. Ellos te imponían un estilo, trabajar el óleo, determinados colores, una paleta triste. Encima siempre había que hacer una exposición anual. Por eso digo que tenían una visión de la cultura que llamo cultura cucharón, donde la cultura se sirve en cada plato, yo te doy cultura, vos come”. Y agrega: “luego, junto a mi mujer de aquel entonces abrimos Pasos, quisimos generar una galería donde no solo la pintura estuviera presente, sino también la música y todo tipo de arte. Por suerte, casi todos los alumnos que teníamos en el museo se vinieron y se entusiasmaron con la idea”.

ARTE/POLITICA

Siempre existe una tensión, a veces explicita, otras menos manifiesta, entre lo que el artista debe o no mostrar con su arte y desde que lugar se ubica en la vida política. Algunos sostienen que el artista no debe atarse nunca a ningún mandato, otros piensan que es inseparable la acción política de la acción artística. En concordancia con sus lecturas de Herbert Read, prolífico pensador anarquista, Perez Acosta entiende al artista como parte sensible de un todo, ni como guía ni como profeta. Como poseedor de una antena capaz de captar sensaciones del humor social. Al mismo tiempo, es lacónico al asegurar que “muchas veces cuando el artista trata de transmitir directamente su pensamiento político puede caer en panfleto”. Es decir que no hay que confundir lo que es la creación dentro de un contexto donde el arte se ve envuelto por la política y brota naturalmente, con una intención de hacer política mediante el arte. El artista, según Perez Acosta no puede tener una idea preconcebida de lo que va a hacer: el arte simplemente brota sino no es arte.

TENDENCIAS

“A los jóvenes los veo como bastante perdidos, sin guía, se perdió el diálogo, la posibilidad de hablar con el pintor viejo. Además hay mucho incentivo desde lo económico, con la idea de que mañana salís y hacés plata. Entonces cuando entran a un taller, los pibes piensan que están pintando un cuadro, que van a exponer, y no es así. Por eso es necesario desandar todo el camino y empezar de cero. A divertirse con seriedad y disciplina, y es fundamental estar dispuesto a hacer el ridículo”.

Hay una tendencia hoy hacia el arte abstracto, parecería que tirar acrílico en un paño ya es una obra de arte ¿cuál es tu opinión sobre este tema?

Cuando hacés arte abstracto, vos ves quien es pintor y quien no. Para eso es necesario tener el ojo avezado, ejercitado. El mundo del arte hoy en día es amplio y diverso, va desde el pelotudismo de la televisión hasta el coleccionismo más recalcitrante. Por el medio está el mundo de las galerías de arte, los talleres, las academias clásicas, etcétera.

Es difícil analizar una obra. La función del crítico de arte debería ser ayudar y acercar una obra al gran público. Pero no parecen estar dispuestos a cumplir con una tarea, están más al acecho de la construcción de personajes del pintor. Porque hoy en día el que trasciende es el que se crea el personaje, el mito. Y encima ahora hay un mal peor que son los curadores (risas). Pero pienso que el trazo es una sutileza maravillosa. La línea tiene todo, el ritmo, la composición. El que siente eso puede pintar tranquilo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que buen reportaje !!!felicito a quienes realizaron la nota a este pintor que me parece un tipo interesantisimo que no conocia.
carla

Anónimo dijo...

Gracias Carla! Nadia