REFLEXIONES REBVELADAS / el racismo

¡¿Eh, qué te pasa negro de mierda?!

por Mariano Grondona (periodista independiente)

La de arriba es una expresión muy comúnmente usada en el habla de nuestro país. Por desgracia es empleada con intención de agravio, de agresión hacia un otro en pos de denigrarlo haciéndolo sentir diferente. Pero diferente como un ser inferior, un ser de la baja clase que está hecho de lo que se conoce vulgarmente como mierda. No obstante, el vocablo mierda no es hacia adonde apuntamos; en esta oportunidad nos queremos referir al término negro.

El enunciado: ¡¿Eh, qué te pasa negro de mierda?! es categorizado normalmente como una expresión xenófoba, racista en su más íntima construcción. Adhieren a esta posición intelectuales y plumas medianamente conocidos a nivel nacional, que se autodenominan como “progresistas” y militantes de los “derechos humanos”. Estos pensadores, fracasados en su mayoría, dedicados al cuentapropismo, se encuentran equivocados al argumentar que en nuestro país existe el racismo. Y con sólidos argumentos vamos a demostrar cuán miserablemente alejados están de la realidad social de nuestra nación.

RECORRIDO DE SIGNIFICANTES

Negro cartonero, trapito cuida coches y gorrita limpia parabrisas son cadenas de significantes usadas para dotar de identidad al otro y no para denigrarlo. Ya lo afirma Jaques Lacan en su famosa Fase del espejo, cuando esboza que nosotros no somos nadie sin el otro. Y sí retrocedemos más atrás en el tiempo encontramos la semilla de esta teoría, en La dialéctica del amo y el esclavo de Hegel.

Refiriéndonos precisamente a los esclavos, un negro cartonero o trapito cuida coches son rótulos que cargan con toda una honrada identidad social. Porque seamos sinceros, cuando nosotros vamos a comer a un fino restaurant y no conseguimos un parking donde estacionar nuestro BMW o Mercedes Benz, dejamos el majestuoso rodado al cuidado de uno estos consumidos seres. Entonces éstos con orgullo asumen su identidad cuando le abonamos unos pocos centavos por su trabajo; por ejemplo: “Acá tenés estas monedas trapito, gracias por cuidar el coche”. ¿Es acaso esta expresión un insulto? Absolutamente no. Es, por el contrario, el modo en que incluimos al otro en nuestro círculo social. Una manera honesta y digna porque lo incorporamos como un ser trabajador, un ser responsable que en las heladas noches porteñas cuida nuestros vehículos mientras nosotros disfrutamos un delicioso festín gastronómico en salones climatizados.

Es así que entre todos construimos la identidad del otro, del negro cartonero, del trapito cuida coches o de ese gracioso y saltarín personaje al que bautizamos gorrita limpia parabrisas. Acaso cuando paramos en un semáforo y uno de estos morenitos saltimbanquis nos rocía el parabrisas con agua y detergente, ¿No nos sentimos plenos de inclusión social cuando le aconsejamos que se vaya de ahí porque la fuerza policial se lo va a llevar detenido? Estamos advirtiéndole que deje de hacer eso, que vaya a buscar otro trabajo porque ese es ilegal. Entonces ahí nuevamente lo incluimos y bajo ningún punto de vista estamos denigrándolo o discriminando como argumentan aquellos “intelectuales” que contraatacan al afirmar que los vocablos negro o morenito son ocultan la violencia simbólica del lenguaje. Y yo digo, recurriendo a la historia que es la única que a lo largo del tiempo dará la razón, ¿El caballo blanco del General Don José de San Martín, nuestro libertador, no era blanco? ¿El color de los comunistas, desestabilizadores y asesinos sociales, no es el mismo rojo que viste a Satanás? ¿Acaso la piel de los trapitos o la de los cartoneros, es por lejos muchísima más oscura que la nuestra blanca y radiante? Todos coincidiríamos en que sí y no haría falta ningún experimento científico para comprobarlo, sino solamente parar a uno de nosotros y a uno de ellos (por precaución separados) al sol para comprobar la veracidad de estos dichos. Así Febo, la luz magnífica e imperial que ilumina nuestro planeta, dictaría sentencia y todos contentos.

EL ABONO: LA BASE DE NUESTRA PATRIA

Regresando al comienzo del ensayo, la expresión negro de mierda podría ser incluso una alegoría de nuestro adorado campo. ¿Y cómo es esto?, se preguntarán ustedes queridos lectores. Bueno… aclarado ya el tema de la pigmentación de la piel, pasemos a la consistencia corporal de la mierda. Visualicemos un negro de mierda, uno de estos seres de piel enormemente más oscura que la nuestra que además tenga su cuerpo constituido a base de mierda. Si alguien se ofende podemos cambiar el significante mierda por el de abono y allí tendríamos algo hermoso, hasta podríamos señalar un personaje salido de algún cuento del magnánimo Jorge Luis Borges o de alguna novela del enorme Ernesto Sábato. Un negro de abono sería el símbolo de nuestro campo, de nuestra tradición gauchesca, el estandarte que representaría al modelo agro-exportador, modelo que hizo de la Nación un casi potencia mundial (aunque todos sabemos que se vino en caída libre por la nefasta sustitución de importaciones, elaborada por el gobierno del populista JDP).

Nuevamente aquí la palabra abono es la identidad que adquiere el negro. Porque el abono es lo que alimenta nuestras millones de hectáreas de pasto de las cuales se nutren nuestras vaquitas. Y esas vaquitas son el ícono máximo del país, son la carne que alimenta el mundo, son el lomo y asado for export que cotizan a miles y miles de dólares y euros en los mercados internacionales. Entonces, hilando todas estas ideas, cuando nos dirigimos hacia uno de esos seres con gorrita, de hablar acotado y embutido en un jogging deportivo y le decimos ¡¿Eh negro de abono!?, lo estamos dotando de una enorme identidad patria. Estamos diciéndole Vos estás hecho de abono, de la más preciosa materia que sustenta nuestra tierra, la cual luego alimenta nuestras vacas y las cuales finalmente alimentan el mundo. Si Borges estuviera vivo seguramente igualaría al negro de abono con el Golem, ese fantástico ser del folclore judío hecho a base de barro.

Inevitablemente debo retroceder en esta senda teórica y repreguntar ¿Podemos entonces hablar de racismo y xenofobia en nuestra santísima sociedad argentina? En párrafos anteriores hemos demostrado con sólidos argumentos que no. Que expresiones como Negro cartonero, trapito cuida coches, gorrita limpia parabrisas y negro de abono, son rótulos mediante los cuales dotamos de una identidad trabajadora, sana y patriótica al otro. Y este otro asume su identidad con una enorme y feliz entereza. Nada de racismo y xenofobia, todas las pieles, oscuras (sucias, transpiradas y llagadas por el trabajo forzado) y nuestras blancas (radiantes, brillosas, puras y perladas por el sol) unidas bajo esta enorme bandera argentina.

A MI AMIGO EL RUSO

Antes de finalizar la presente reflexión sobre el racismo y la xenofobia en nuestro país, creo pertinente realizar una mención a otro sector que en ocasiones, según la opinión de algún intelectual psico-bolchevique, sufre discriminación. Me refiero a los discapacitados ¿Usted realmente cree que la persona que es incompleta en alguna de sus capacidades es desplazada de la sociedad? Pensemos en Gabriela Michetti (imposibilitada de caminar). Hoy en día ocupa un lugar central tanto en el PRO como en la legislatura porteña ¡¿Acaso eso es discriminación señores?! No lo creo. Por otro lado, también tenemos al diputado Jorge Rivas, quien a pesar de encontrarse totalmente inmovilizado tiene permitido participar de los debates que se dan en la más honorable de las Cámaras. Y vuelvo a preguntar ¡¿Acaso eso es discriminación?!

Es verdad, probablemente algún barbudo amante del morral tilcareño me diga: “Querido Mariano… ¿Pero qué sucede con aquellos discapacitados que forman parte de los sectores más desfavorecidos de la sociedad? Sus derechos se hallan totalmente restringidos, no les queda otra que ir a mendigar”. No es así. Las posibilidades en este sistema, a pesar del Gobierno que tenemos, son muchas y hay para todos, incluso para aquellos a los que Dios decidió probar otorgándole alguna imposibilidad física. Ellos, los pobres e indigentes discapacitados, cuentan con un amplio campo laboral: abrir puertas de taxis (siempre que la incapacidad no se encuentre en los brazos); cuidar coches (de los que ya hemos hablado más arriba); venta de panchos, patys o afines (obviamente con el permiso municipal correspondiente) y hasta algún número artístico en los transportes públicos.

En fin, hasta aquí llega mi aporte, mi reflexión, mi pensar al mundo, siempre fiel a la filosofía idealista. Pero antes una aclaración, en relación al tema del racismo y la discriminación me habría gustado escribir sobre los judíos y el supuesto holocausto; sin embargo, desde la redacción de la revista, se me informó que debido al bajo presupuesto se me destinarían tan solo dos hojas para mi artículo. Era algo obvio, desde el momento en que los conocí me parecieron todos unos pobres diablos.

1 comentario:

claudio alejandro arias dijo...

para la mierda que escribiste bien que pusiste periodista independiente si no sabes esplicar lo que queres decir podes sacar por lo menos el dibujito de la vaca es de pesimo gusto infeliz ,por eso que no sacamos esos garcas del futbol ,por pelotudos como vos que solo opinan porque tienen boca e creen que por haber estudiado son dueños de la verdad..rasista uno el que se espresa asi y rasista xenofovico el que como voz quiere esplicar para defender al anterior
mi nombre es claudio alejandro arias,lo firmo para que no salga como anonimo ndi 22620043